Desde la noche del 24 de mayo he estado, al igual que muchos, expectante al panorama político. Me gustaría hablar por todos, pero resulta que hubo un sector de la población que prefirió poner Telecinco e inyectarse su dosis dominguera del debate de Supervivientes. Estoy hablando de un 15% de cuota de pantalla, es decir, 2.220.000 personas que pasaron por completo de las elecciones más reñidas e inciertas de nuestra democracia. Eso sí, al menos fue superada por laSexta, que obtuvo un 16% de cuota de pantalla superando al raquítico 8% de TVE y al paupérrimo 6% de Antena3. Si no llega a ser por eso, nada me hubiera librado de un tremendo sentimiento de vergüenza por pertenecer a un país así.
La gran pregunta es qué habrán votado esas personas que ponen por delante un programa de entretenimiento a algo tan esencial como qué partido gobernará su ciudad y Comunidad Autónoma. ¿Lo habrán pensado son seriedad? ¿Conocerán el programa electoral del partido en cuestión? ¿Sabrán cómo es el partido que votan? ¿Habrán optado directamente por la abstención? Aun a riesgo de equivocarme, me aventuraría a decir que la respuesta a las tres primeras preguntas es "no".
El rechazo a la política
Hay mucha gente que se proclama "apolítica" como si se tratara de algo de lo que sentirse orgulloso. Lo dicen como quien se declara comunista o marxista. Vamos, algo de lo que "fardar". El problema reside en que, al menos, estos dos últimos luchan y se mueven por algo. Están firmemente convencidos de que su lucha es justa y eso les honra. Los apolíticos son, sin embargo, individuos que no participan en nada, que les da igual quien gobierne y que luego se quejan continuamente de lo injusto que es el sistema. Se quedan en casa, angostados en su sofá, y miran con insigne indiferencia lo que ocurre a su alrededor.
Julio Anguita pidiendo el voto para Izquierda Unida
en Málaga y hablando de la apolítica (minuto 4:41)
El gran mal que sufre este país no es la corrupción, sino la apatía que sienten muchas personas por la política. El no querer implicarse y el salirse por la tangente con la machacada frase "todos los políticos son iguales" es el verdadero cáncer, lo que permite que ciertos políticos se relajen y metan la mano donde no deben. El que aquí os escribe también formaba parte de ese conjunto apolítico. De hecho, en las elecciones de 2011 me abstuve de votar al no haber ninguna formación que me convenciera. Ni siquiera Izquierda Unida, que era el partido con el que más simpatizaba, terminaba de convencerme, así que al final opté por la abstención. Craso error.
¿Solución?
He de admitir que me he planteado más de una vez si sería buena idea que el voto fuera obligatorio, y ojo, la idea no es tan descabellada. En países como Grecia, Bélgica, Chipre e Italia están obligados a ir a las urnas bajo pena de sanción, la cual puede llegar a los 1.000 euros si se infringe esta norma en varias ocasiones. Es una forma de obligar a la gente a que salga de casa y se implique, pero no nos equivoquemos, ese voto no tiene por qué ir por defecto a los partidos de izquierdas. También puede darse el caso de que voten a la derecha o que lo hagan directamente al tuntún.
¿Cuál es el problema de todo esto? Que el porcentaje de abstención es, a mi juicio, demasiado alto. En las elecciones generales del año 2008 la abstención fue de un 26,15% y en las del 2011 alcanzó un nada despreciable 28,31%. A nivel autonómico y municipal resulta aún más descorazonador, ya que el pasado 24 de mayo ese porcentaje aumentó a un 35,09% del electorado. ¡Y eso teniendo en cuenta que la sociedad está más politizada!
Si en las elecciones generales de 2011 tuviéramos en cuenta a los abstencionistas como si fueran un partido político nos encontraríamos con que serían la segunda fuerza más votada. Frente a los más de diez millones de votos que obtuvo el Partido Popular, los abstencionistas sumarían un total de 9.710.775 "votantes". Más de nueve millones de personas que podrían haber cambiado radicalmente los resultados si se hubieran molestado en ejercer su derecho al voto.
Si en las elecciones generales de 2011 tuviéramos en cuenta a los abstencionistas como si fueran un partido político nos encontraríamos con que serían la segunda fuerza más votada. Frente a los más de diez millones de votos que obtuvo el Partido Popular, los abstencionistas sumarían un total de 9.710.775 "votantes". Más de nueve millones de personas que podrían haber cambiado radicalmente los resultados si se hubieran molestado en ejercer su derecho al voto.
¿Aumentará el porcentaje de abstención en las generales?