jueves, 15 de septiembre de 2016

Podemos ya no es el cambio


He ido alargando la tarea de hacer este artículo porque no sabía cómo abordarlo. Quien haya leído mis últimas entradas sabrá muy bien por qué he terminado harto de Podemos y cuáles son las razones por las que no les voy a votar si hay terceras elecciones. Volver a enumerar los motivos sería repetirme, así que el lector me va a permitir hacer trampas y dejar los enlaces al final del texto.

En esta ocasión quiero poner de relieve unos cuantos detalles que empiezan a ser la norma en muchos votantes de la formación morada. Solo son eso, detalles, pero juntándolos todos conforman un marco curioso. A veces me pregunto si la cúpula de Podemos ya tenía prevista toda esta estrategia de moderación y acercamiento al PSOE o si la han improvisado sobre la marcha. Si me preguntan, apuesto a que ha sido una mezcla de las dos. No creo que Pablo Iglesias fuera tan ingenuo como para no prever que su discurso se diluiría con el tiempo. En sí, el querer acaparar más votos no está mal, lo que está mal es hacerlo tomándole el pelo a la gente.

Podemos fue en sus inicios un partido marcadamente de izquierdas, euroescéptico y anti-OTAN. Al poco tiempo optaron por decir que eran transversales para recoger más votos, y esta estrategia les funcionó temporalmente. Luego, al ver que con el cuento de la transversalidad no alcanzaban la cuota deseada comenzaron a definirse como muy europeístas y socialdemócratas. A partir de ese momento salir de la Unión Europea suponía para ellos una herejía, algo propio de infieles y seres demoníacos que querían destruir España. Esa grande y libre, según Paco.

Luego vino el tema de la OTAN, donde el señor Iglesias recurrió a la misma argucia que utilizó en su época Felipe González. Él no empleó el vergonzoso eslogan "OTAN de entrada NO", pero vino a decir que el acuerdo había que 'reformarlo' o 'renegociarlo'.  Vamos, un solapado  'OTAN sí' en toda regla. Como confirmación, tenemos a su fichaje estrella, Julio Rodríguez, quien dijo a finales del año pasado que seguirán "respetando los acuerdos de la OTAN" y que apuestan "por una defensa integral europea". Os pondría el enlace, pero el artículo en cuestión es de 'El País'.

Hay otros detalles a tener en cuenta, como el nulo debate existente entre monarquía o república, que es crucial para alcanzar esa justicia social tan deseada. También hay mucho prejuicio dentro de Podemos hacia los malvados comunistas, esos trasnochados hipócritas que viven en el pasado y que utilizan móviles en lugar de señales de humo. No importa que el precursor de la telefonía móvil fuera Leonid Kupriánovich, un inventor soviético. Ellos seguirán diciéndote que si eres comunista no puedes usar un puto móvil, y menos si es un iPhone (me tienen que explicar por qué tienen esa obsesión con los iPhones).

Con respecto a la transversalidad, me veo obligado a hacer un apunte. Aunque en un principio pueda parecer una buena idea que un partido se declare como tal, no hay que olvidar que no deja de ser una estrategia política para confundir y atraer a los votantes despistados. Por mucho que Ciudadanos se declare transversal no hay que ser un lince para darse cuenta de que son de derechas, al igual que UPyD. El caso de Podemos no es distinto, ya que dicen que el espectro clásico izquierda-derecha no va con ellos cuando son un partido de izquierdas. ¿O qué? ¿Acaso hay votantes de Podemos que beban del neoliberalismo más recalcitrante? Como mucho, nos podremos encontrar con abstencionistas de toda la vida o gente que no sepa muy bien dónde situarse, pero nada más.

El problema de utilizar el cuento de la transversalidad es que puede salir tremendamente mal. Aunque nos fastidie, España siempre ha funcionado con el eje izquierda-derecha (querer verlo de otra manera sería engañar al electorado). Nunca ha estado bien visto que un partido pueda pactar tanto con el PP como con el PSOE. Dan la sensación de que solo se arriman a quien tiene el poder y eso crea desconfianza en el votante. De ahí que Ciudadanos le tenga tanto pánico a unas nuevas elecciones. 

En este punto creo conveniente aclarar que hay dos tipos de votantes de Podemos: los que son conscientes de todo lo que he dicho y los ingenuos que no se enteran de nada porque ven la política con los mismos ojos que el fútbol. Si os soy sincero, no sé cuál es peor, si los primeros, que aun sabiendo en lo que se han convertido les siguen votando, o los segundos, que son los nuevos hooligans. 

En resumen, que Pablo Iglesias no cambiará nada si llega al poder. No nacionalizará ni aunque sea parcialmente las empresas que antes eran públicas, no impulsará un referéndum Monarquía-República por miedo a perder votos, no regulará los medios de comunicación con el fin de evitar abusos, no planteará la posibilidad de renegociar la deuda para no parecer un radical comunista-antisistema-bolivariano y, cómo no, tampoco cambiará el sistema electoral porque una vez suba al poder no le vendrá bien hacerlo. Pablo Iglesias será un segundo Zapatero, es decir, un presidente débil y aficionado a los brindis al sol que se arrodillará a los mandatos de Bruselas sin dudarlo, igual que Tsipras.


Aquí os dejo las otras entradas:



Imagen: Blitzmaerker