sábado, 28 de marzo de 2015

Poeta Muerta, el libro de Patricia Heras


"De mayor quiero ser la chica que le dé al botón de la incineradora en la funeraria, tener una tienda de cómics y hacer una tesis sobre ellos en la universidad, escribir novela social sucia, ver la aurora boreal -Islandia, ahhhh!!!!-, escuchar a los delfines, hacer música tecno bajo el hielo de la Antártida, pegarme un revolcón en un iglú, seguir los pasos de las Valkirias, ir de mochilera por Indonesia, aprender a tocar el piano..."

Tras descubrir el caso 4-F con nueve años de retraso quise recuperar el tiempo perdido y empezar a informarme. Me tomé mi tiempo para leer el blog de Patricia Heras, busqué todas las noticias al respecto que pude y leí la sentencia, los recursoslas declaraciones de los supuestos implicados. Quería comprender lo que pasó evitando contaminaciones tendenciosas, y para ello debía contrastar ambas versiones. 

Lo último que me quedaba era comprar el libro donde se reúnen los escritos de Patricia Heras, un testimonio clave que muestra cuán cruda puede llegar a ser la realidad.  El libro va alternando sus poemas con fragmentos de diarios, curiosas historias que dan lugar a más de una interpretación y diversas entradas que escribió en su blog. He de admitir que nunca he sido de leer poesía, así que podría decirse que me he iniciado en ese abstracto mundo gracias a sus escritos. Para mi sorpresa, ha terminado gustándome.

Sorprende lo detallista que llega a ser con cada cosa que le va sucediendo, especialmente en las tragicómicas anécdotas que vivía en la cárcel. Mezcla la desgracia con el humor, siempre con ese fino toque de ironía que tiende a "quitarle hierro" a las escenas más incómodas y escabrosas. Esa peculiar forma de escribir también se extendía a su vida cotidiana. Todo aquel que la conociera personalmente coincidiría en decir que era una persona soñadora, casi siempre en las nubes, sonriente y llena de energía. Solo ella conocía el verdadero alcance de sus pensamientos sombríos, las constantes inquietudes existenciales que la acosaban y el hartazgo generalizado que la embargaba.

En el libro cuenta cómo esa imagen de vitalidad que transmite a los demás no se corresponde con la verdad. Ella se describe insegura, sensible y con una permanente necesidad de apoyarse en los demás para salir adelante. Confiesa su creciente pánico a las autoridades, aquellos que en teoría deben velar por el bienestar general y proteger a la ciudadanía. A decir verdad, no se la puede culpar por eso, si a mí me pasara algo parecido también lo tendría.

A lo largo de su estancia en la cárcel fue dejando caer varios títulos de libros que sus colegas le prestaban para facilitar su día a día carcelario, y como uno de los vicios que tengo es la lectura no pude evitar tomar apunte. Entre ellos, están: 

-El decamerón (de Giovanni Bocaccio).
-El buda de los suburbios (de Hanif Kureishi).
-Crónicas del aislacionismo (de Miguel Ángel Martín).
-Cuimhne; el fuego distante (un cómic).
-Kafka en la orilla (de Haruki Murakami).

Si queréis adquirirlo haced click aquí.

jueves, 19 de marzo de 2015

¿Qué es la libertad?


Libertad es una palabra complicada que guarda un sin fin de connotaciones. Según la cultura, la época o la propia experiencia su definición puede ser distinta. De la palabra libertad se han adueñado personajes como Adolf Hitler haciendo incluso sus propios juicios sobre la misma. Hitler soltó muchas perlas durante los doce años que lideró su régimen totalitario. La más acertada de todas fue aquella de "mañana muchos maldecirán mi nombre" (vaya si acertó), y como todo dictador que se precie, también él tenía una visión peculiar sobre la forma de alcanzar la libertad.

"Con humanidad y democracia nunca han sido liberados los pueblos" -Adolf Hitler.

La interpretación maniquea y trastornada que hacía Hitler de la realidad tiene su origen en sus vivencias y la época convulsa que vivió. La moda generalizada de culpar a los judíos de cualquier mal, la dura crisis económica de 1929 y la humillante derrota que sufrió Alemania en la Primera Guerra Mundial, con la correspondiente doble humillación que supuso el Tratado de Versalles de 1919, fueron los cimientos que posteriormente crearían al monstruo. Un monstruo que, en base a su propia experiencia y desmesurada ambición, interpretaba que la libertad nacía de un estado autocrático que velara por el más radical nacionalismo. 

De lo anteriormente dicho extraemos que Hitler no creía en la libertad individual, sino en la libertad nacional. Según él, el pueblo era una masa que debía estar dispuesta a sacrificarse por su país fuera cual fuese el coste. Él no veía al pueblo como un conjunto de individuos con pensamientos, creencias e ideologías distintas, lo que veía era a una masa informe cuya vida debía estar enteramente dedicada al nazismo. En resumidas cuentas, para Hitler Alemania era el territorio en sí mismo, no las gentes que vivían en él. 

Me ha parecido importante poner como ejemplo a un personaje tan controvertido como Hitler porque ejemplifica, en cierta medida, el modo en que puede llegar a variar ese concepto por el que muchos han luchado, siguen luchando y lucharán. Con el Comunismo y su dictadura del proletariado también encontramos otro ejemplo. En este último caso se pretendía liberar al pueblo de la burguesía y eliminar las clases sociales. Al final, todo terminó en un "quítate tú que ya me pongo yo" dejando a los ciudadanos rusos con otra autocracia más. La lectura que hacía el Comunismo de Stalin sobre la libertad no era la misma que la del régimen nazi de Hitler, pero se podría decir que ambos anteponían la soberanía nacional a la libertad del individuo. Esto es: El país (visto como un simple territorio y no como un conjunto de ciudadanos) no se deja someter por presiones exteriores porque es libre.

La libertad en la Edad Media

Si retrocedemos en el tiempo y nos situamos en la Edad Media (siglo V- siglo XV) el concepto hay que verlo desde otra perspectiva. En la Temprana y Alta Edad Media (siglo V - siglo X) si tu padre era artesano tú, tu futuro hijo y demás descendientes debíais ser artesanos. En aquella época no se cuestionaba el oficio a desempeñar porque era algo que "venía de serie". Tampoco se podía competir porque los precios de tus productos los imponía el gremio al que habías de pertenecer (nadie iba por libre). De esta manera, los beneficios que obtenías eran siempre los mismos y las posibilidades de "ser más que aquel" se volvían nulas. Ninguna clase social superaba en bienes y riqueza a otra superior, así que si nacías pobre morías pobre.

Ese camino definido e imperturbable podía ser muy placentero a simple vista. Por un lado evitabas dudas existenciales sobre qué oficio ocuparás el día de mañana, y por otro la seguridad que te proporcionaba suponía un contrapeso nada desdeñable. No existía incertidumbre ni dudas porque en cada momento sabías qué hacer. Era lo más parecido a tener un manual sobre cómo vivir. 

Ahora bien, esa seguridad que obtenías tenía un precio: la libertad. No eras libre de elegir el oficio que más te gustase, no eras libre de poner un precio más competitivo porque el dichoso gremio te lo impedía y, lo que ya resulta desternillante, tampoco estaba permitido que te dirigieras a otro tipo de clientes que no fueran los habituales (esto implicaría variar los precios). Si no eras ambicioso estos detalles te la traían al pairo, pero si lo eras resultaba un castigo de por vida.


En la Baja Edad Media (siglo X - siglo XV) las cosas comenzaron a cambiar. Apareció el capitalismo (de una forma muy primaria y arcaica) y de pronto lo que parecía preestablecido ya no lo estaba tanto. Las tradiciones se fueron sustituyendo poco a poco por el valor monetario, las leyes se adecuaron a lo que resultara más beneficioso y esa aparente seguridad desapareció de un plumazo. Muchos de los que ansiaban una vida mejor dieron con el momento y se posicionaron a nivel económico con las familias nobles ("familias feudales" sería un término más acertado). Éstas, a su vez, vieron peligrar su fortuna y pronto comenzaron a producirse uniones entre familias nobles y "nuevos ricos".

La razón por la que la nobleza se viera tan amenazada ante esa riqueza floreciente es sencilla. La mentalidad de la sociedad cambió y pasaron de "vivir de" a "vivir para", es decir, que mientras los tradicionales seguían viviendo desocupados y apacibles de los beneficios que producían los campesinos en condiciones de semiesclavitud, otros vivían para trabajar y obtener más y más beneficios. Ese trabajo febril, fruto de la ambición, terminó descalabrando el equilibrio que siempre existió entre las castas del medievo.

El comienzo de la Edad Moderna y la incertidumbre de la libertad

Con el fin de la Edad Media a finales del siglo XV y la irrupción de un capitalismo todavía en sus inicios vino la incertidumbre. Así como antes, en plena Edad Media, se tenía una vida de manual donde todo estaba previsto, en la recién estrenada Edad Moderna no existían limitaciones en cuanto al oficio a profesar ni en las ganancias. Eras tú el que elegía, el que ponía los precios y el que decidía a qué público dirigirse. Los gremios ya no existían, de modo que no había nada que te atase. A partir de entonces eras tú el responsable de que el negocio funcionase a las mil maravillas o de que se hundiese.

Para cubrir esa incertidumbre que empezaba a asolar en todos los estratos sociales la religión jugó un importante papel. Hizo un negocio redondo, ya que cubrieron la inseguridad que ocasionaba vivir en un mundo tan cambiante con promesas de paraísos, vida eterna, etc. Si pensaron en un principio que esos "aires nuevos" iban a perjudicarles se equivocaron de cabo a rabo. También ellos aprovecharon el tirón. Los ricos necesitaban tranquilidad y los pobres esperanza.

En la Biblia...

Con el mito de Adán y Eva de la Biblia hallamos el ejemplo base. El Dios Judeo-cristiano les puso en el Jardín del Edén con la promesa de una vida feliz y sin preocupaciones si le obedecían ciegamente. La única prohibición que les impuso fue no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, advirtiéndoles que morirían si los probasen. Eva, tentada por la serpiente, decidió comer uno de los frutos y, viendo que estaba bueno y era codiciable para alcanzar la sabiduría, le dio de probar a Adán. Podrían haber hecho caso a su Dios y seguir sometiéndose hasta el fin de los días, pero la curiosidad les pudo e hicieron lo único que tenían prohibido. Entonces, el Dios Judeo-cristiano dijo: "El ser humano ha llegado a ser como uno de nosotros, pues tiene conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que extienda su mano y también tome del fruto del árbol de la vida, lo coma y viva para siempre." Acto seguido les expulsó del Edén.

La libertad es en realidad un concepto abstracto que varía según la cultura, la época y las creencias. Sería un eterno tema de discusión, ya que la necesidad de libertad responde a las necesidades de un individuo, es decir, aquello que quiere pero no puede hacer. Se trata de la necesidad de salvar un obstáculo para poder hacer vida normal o, si se posee cierta ambición, alcanzar un mayor grado de bienestar. No tiene una única definición ni es algo que pueda encasillarse. Está en constante evolución.

sábado, 14 de marzo de 2015

Aquellas tertulias...


No sé si será culpa mía al intentar pedirle peras al olmo, pero últimamente la calidad de los debates políticos está bajo cero. Estoy harto de ver a los mismos tertulianos de siempre, unos tertulianos gritones que vociferan y vocean vulgaridades a diestro y siniestro. Harto de esas sonrisillas de suficiencia que tanto me recuerdan a la de un crío de preescolar satisfecho por alguna inofensiva travesura. Estas tertulias transcurren así: Quien no tiene argumentos grita como un descosido para imponerse ante el resto y maquillar su supina ignorancia, quien los tiene no puede hacerse oír ante tal guirigay y espera pacientemente a que se calme el gallinero, y el moderador, que muchas veces brilla por su ausencia, se topa con un épico ninguneo. 

Luego están los aplausos preparados con los que pretenden darle al debate, que se parece más a una pelea de marujas/os, el interés que jamás tuvo ni tendrá, ya que en este tipo de programas no hay nada dejado al azar. Antes de que éste empiece saben perfectamente la "idea" que deben dar a los televidentes sobre un tema concreto, no vaya a ser que piensen por sí mismos y comience el apocalipsis. Lo peor de todo es, quizá, que aquellos que se tragan estos programas se convierten en loros repetidores, y es imposible mantener una charla tranquila con ellos. Si les tumbas su frase memorizada suelen quedarse en blanco sin saber qué responder y se crispan.

Puede que el raro sea yo y a la gente normal le guste que en los debates políticos se grite, se insulte, se digan barbaridades sin fundamento y se monten grotescas escenas. Después de todo, si siguen haciendo lo mismo debate tras debate es porque les da audiencia. Según parece, soy yo el que se ha quedado anticuado al preferir debates tranquilos donde se respetan los turnos y se dan argumentos de peso. Lo que ahora vende es que el plató se convierta en un circo (y debo añadir que de lamentable calidad).

Y después de la "telebasura política", tenemos a la "TELEBASURA" con todas las de la ley....

Esa atracción que muchos parecen tener hacia la llamada "telebasura" siempre me ha llamado la atención. Es comprensible que a uno no le apetezca estar escuchando malas noticias a todas horas (no es cuestión de amargarse la existencia). A veces necesitamos evadirnos de la realidad y hacer oídos sordos. Se trata de un mecanismo de defensa, es normal y no tiene nada de malo. El problema viene cuando esa evasión se vuelve crónica, cuando al oír la palabra "política" torcemos el gesto y cambiamos de canal para evitar cabrearnos. A veces, aunque suene contradictorio, es bueno indignarse. Es señal de que todavía podemos pensar, de que estamos vivos.

Luego, no puedo evitar pensar que esos que esquivan permanentemente cualquier noticia relacionada con la corrupción, la política o el estado económico del país van a votar cada cuatro años como quien va a un supermercado con la lista de la compra. Lo ven como un ritual y no le dan importancia. "Ellos no me dan de comer" suelen decir...

sábado, 7 de marzo de 2015

El caso 4-F

Patricia Heras - http://poetadifunta.blogspot.com.es/ -

Recuerdo perfectamente la primera vez que oí sobre el caso 4-F. La televisión mostraba unas imágenes del Palau Alòs, en Barcelona, mientras la voz en off explicaba lo sucedido. Nada fuera de lo corriente, unos okupas que habían montado una fiesta de madrugada y que, al llegar la Guardia Urbana para desalojar el lugar, empezaron a montar follón. Es a partir de aquí cuando se revela la razón de que la reyerta tuviera tanto revuelo: un guàrdia urbà de Barcelona quedó parapléjico al caerle una maceta encima (luego dirían que fue una piedra).

He de admitir que en aquel momento caí de lleno en la trampa. Me fié de lo escuchado en las noticias y no ahondé más. Al parecer, habían detenido a siete personas por el grave incidente, siete personas a las que les caería todo el peso de la ley. Lejos de imaginar el verdadero drama que se ocultaba detrás de esa manipulación informativa cuyo contenido me creí a pies juntillas, me alegré de que encontrasen a los culpables y punto. A los pocos minutos ya me había olvidado del tema.

Nueve años después, a mediados de enero de este año para ser exactos, oigo por las noticias que un documental llamado Ciutat Morta está causando mucha polémica al contradecir la versión oficial del caso 4-F. Ya ni siquiera me acordaba de aquello, pero tiempo después, y tras un buen rato dándole vueltas, me vino a la cabeza esa noticia que escuché hace casi diez años. Ahora ya no hablaban de unos supuestos delincuentes que cargaron contra las autoridades con una violencia inusitada, ahora hablaban de corrupción policial y de un montaje sin precedentes.

Al ver el documental "Ciutat Morta" me quedé de piedra. ¿Cómo era posible que no supiera nada de aquello? Hay que recordar que fue en 2006 cuando sucedió todo, el comienzo de una larga pesadilla para los injustamente condenados, cuyo único crimen fue estar en el lugar y momento equivocados y no vestir de forma convencional, y un problema que tapar y esconder bajo la alfombra para otros. Al final, los grandes perjudicados en esta historia son el guardia urbano al que arruinaron la vida y Patricia Heras, que no pudo con toda la mierda que le cayó encima y se suicidó el 26 de abril de 2011. Obviamente, en esta lista también hay que incluir a los demás condenados que, sin comerlo ni beberlo, se vieron envueltos en tal marrón.

Como el documental me dejó con ganas de saber más sobre el caso, decidí indagar por mi cuenta y me topé con el blog de Patricia Heras, un rinconcito que creó en 2008 y que utilizaba para desahogarse, escribir poesía y contar lo que le sucedía. Post a post, uno va descubriendo a una Patricia Heras sensible, lúcida y culta tendiente a la reflexión. Se había trasladado a Barcelona para estudiar Filología en la universidad y era una apasionada de la literatura. No era una okupa ni una desarraigada tal y como su forma de vestir podía dar a entender a los de mente cerrada. Simplemente nadaba a contracorriente.

En su blog también dedicó un extenso post a relatar todo lo sucedido la noche que la detuvieron. No es mi intención que este post se alargue demasiado, de modo que si tenéis curiosidad por conocer su versión haced click aquí. No os dejará indiferentes.

Tras leer su blog y otros tantos dedicados exclusivamente al "Des-montaje 4F" una pregunta me acucia con asiduidad. ¿Era necesario un documental para que la gente girara la vista y se fijara en el caso? ¿Tan absortos y ciegos estamos como para que pasen nueve años y la ciudadanía, presa de un pasotismo apabullante (en el cual me incluyo), no haga nada? ¿A eso hemos llegado? Es triste que nos hayamos convertido en una sociedad individualista a la que le importa un pimiento lo que le pase al de al lado. Aunque claro, hay veces que la indiferencia y el miedo van de la mano. Siempre es más fácil dejarse llevar que pensar.

A continuación, os dejo uno de sus poemas:

"Absolución"

He ahorcado a mi inocencia.
Su orgullo adolecido aún voraz no impide que se mee encima,
su belleza efímera,
expira con los últimos latidos suplicantes.
Perdida entre flujos corporales viscosos y detritos.
La he visto patalear rabiosa e indefensa hasta morir,
parecía más humana que yo,
en su rostro desfigurado leo un pánico sumiso y crudo
que me arde entre las piernas...

Le he cortado el cuello a mi ilusión,
la colgué de un semáforo ciego
y vi cómo se desangraba incrédula,
borboteando nerviosa,
vi el dolor brillar muy cerca,
se fue apagando velado tras su mísero destino.

Abro la caja y está vacía.