martes, 22 de noviembre de 2016

El error de la izquierda española

La situación de la izquierda española es compleja y no obedece a los cánones europeos. Intentar analizarla con los mismos ojos que la política francesa o la alemana es un error muy común, y eso se debe a que la cuarta economía de la zona euro es especial en ciertos aspectos de su historia.

Para empezar, si tomamos al partido de Marine Le Pen como referencia de extrema derecha europea es evidente que en España no existe una formación similar. Quien haya leído mis anteriores artículos sabrá que considero a Ciudadanos como un partido más a la derecha que el PP, pero no es una formación euroescéptica ni defiende medidas económicas proteccionistas. Los integrantes del partido naranja, al contrario que 'Front National', creen que el mercado no necesita ningún tipo de regulación para que pueda funcionar correctamente. De ahí que defiendan el TTIP.

Las razones de que seamos una excepción son muy variadas. Entre ellas están los coletazos que todavía da el franquismo o que los inmigrantes que recibimos son mayormente sudamericanos de tradición católica. Francia, por el contrario, tiene una fuerte inmigración musulmana que no es capaz de adaptarse a un país laico y culturalmente opuesto a las costumbres de la tradición islámica. Esa, y no otra, es la causa principal de que el norte de Europa se vea amenazada por una derecha xenófoba.

También debemos añadir el trauma que supuso la Guerra Civil Española, y digo 'trauma' porque volvió al ciudadano medio más reservado e individualista. Sin duda alguna, el mantra de "no te metas en política" caló bien profundo. Lejos ha quedado esa izquierda de la Segunda República que afrontó sin remilgos los problemas que sufría el país, aunque también es cierto que les hizo frente sin respetar los tiempos.


Preocúpate de sentir, no pienses

La campaña que llevó Podemos para las elecciones del 26J no me gustó nada. En lugar de apelar a la razón y explicar cada una de sus propuestas con ahínco se dedicaron a difundir discursos emocionales carentes de contenido. Huyeron de las cuestiones polémicas que podían definirles o minar su espacio electoral y se centraron en algo tan impreciso como la 'ilusión'.  Los decepcionantes frutos de esa estrategia electoral se los debemos a una prensa vergonzante y a Íñigo Errejón, el jefe de campaña de Podemos.

No hace mucho le escuché decir a Juan Carlos Monedero que Errejón tiene una visión descreída de la sociedad. También declaró que piensa que los españoles son en su mayoría de ideología conservadora y que por esa razón apostaba por un discurso templado. Eso significa que el secretario de campaña de la formación morada nunca ha sido partidario de decir la verdad sin edulcorantes, sino de exponer un discurso moderado con la esperanza de contentar a todo el mundo.

Pablo Iglesias comprendió que su compañero se equivocaba y por eso emprendió la misma estrategia de hace dos años, es decir, definir sin miedo a su enemigo para que los votantes vuelvan a ver a Podemos como una opción de cambio. El detalle de regresar al discurso áspero pretende retener a esa gente que empezaba a desencantarse con una formación ya descafeinada. Al final, el líder de Podemos se dio cuenta de que su sangría venía por la izquierda, no por el centro.

El único inconveniente que le encuentro a su estrategia es que sigue eludiendo temas espinosos que cualquier político serio debería abordar. Es una ambigüedad puramente electoralista, pero no deja de ser decepcionante que haya terminado doblando la rodilla frente a la presión encarnizada de los medios de 'comunicación'. Sí, la prensa ha tenido mucho que ver con la moderación que ha sufrido Podemos, aunque no tiene todo el mérito.

Un ejemplo clave para entender a lo que me refiero con que eluden 'temas espinosos' es la cuestión de la inmigración. Desde Podemos se ejerce un discurso buenista por miedo a perder votantes, pero no hay que ser muy listo para darse cuenta de que un país no puede eliminar sus fronteras. Aunque no sea políticamente correcto admitirlo, las fronteras son necesarias y deben regularse en la medida de lo posible, ya que de lo contrario el país no puede atender bien ni a los que llegan ni a los que están.

Jorge Vestrynge, un politólogo simpatizante con la formación de Pablo Iglesias, ha hablado de esto varias veces desde un punto de vista práctico. En lugar de escribiros la parrafada, os dejo un vídeo donde lo explica perfectamente.


Debo resaltar que Pablo Iglesias no es el único político que cae en esa manía de no hablar claro sobre asuntos impopulares. El problema es que antes se mojaba más y no temía tanto las consecuencias de unas palabras sinceras. Ahora, su miedo al 'qué dirán' le ha llevado a callarse más de cuatro cosas, quizá porque los medios de comunicación siempre están a la espera de que se salga del molde.


Nota: El lector habrá notado que solo he hablado de Podemos para referirme a la izquierda de este país. Eso es porque considero que todos los partidos progresistas están dentro de Unidos Podemos. El resto son formaciones oportunistas o directamente de derechas.