domingo, 26 de abril de 2020

Periodo de confinamiento (VIII)

Tal y como era de esperar, al salir al balcón a hacerme el café escucho gritos de niños por doquier. Acostumbrado desde hace más de cuarenta días a un silencio sepulcral, el ruido que debería ser el habitual se me antoja incluso molesto, pero en el fondo me alegro de que en la calle haya algo de movimiento. Poco después, cuando mis ojos se acostumbran a la luz y logro enfocar mejor me fijo en detalles que no me gustan.

Para empezar, constato que la mayoría no lleva mascarilla, aunque este detalle lo podría dejar pasar por razones obvias. Desde el comienzo de la crisis sanitaria, el gobierno ha cometido un error tras otro en cuanto al abastecimiento de este tipo de material, así que como consecuencia las farmacias no siempre disponen de las existencias necesarias. Además, también está la cuestión del precio y de que el gobierno ha decidido ponerle tope, lo cual se traduce en que habrá aún más desabastecimiento. Sobre todo en las próximas semanas.

Mientras le doy los últimos sorbos al café, también me percato de que no todos respetan la distancia de seguridad y que en lugar de ir un adulto con los niños la mayoría van en pareja. De hecho, en algunos puntos hasta logro ver pequeñas reuniones. Otros, en cambio, sí que van en solitario con los niños, respetan la distancia prudencial y se hablan con otras familias a voz en grito (aunque son minoría). En cuanto le doy el último sorbo, le escucho decir a una chica que ha quedado con las amigas en la calle de arriba. ¿No está eso prohibido? En fin...

Al volver al interior y cerrar la puerta del balcón, no puedo evitar preguntarme si el gobierno estaba acertando desde un comienzo al prohibir que los niños salieran a la calle. Desde hace días, incluso semanas, se les ha criticado mucho por este punto en concreto, pero visto lo visto me da la sensación de que era una de las pocas cosas que estaban haciendo bien. Seguramente, y más conociendo la cultura de este país, se verían venir lo que pasaría y se resistieron a dar el brazo a torcer hasta el último minuto. ¿Sería por eso que al principio decidieron que los niños solo podían acompañar a los padres al supermercado y demás lugares esenciales?


Imagen: Iaterjay

sábado, 18 de abril de 2020

Periodo de confinamiento (VII)

Mientras le doy al botón de 'café largo' a la Nespresso con los ojos aún somnolientos, hago un recuento mental del tiempo que llevo confinado y me doy cuenta de que ya son treinta y tres días de encierro domiciliario. Al momento de hacer el cálculo, veo que no he vaciado el cazo y que ahora tengo un buen charco alrededor de la cafetera. Pongo los ojos en blanco, suelto un par de maldiciones y limpio el estropicio. A veces, las máquinas tienen una gracia especial para estropearse en los momentos menos oportunos.

Al encender la tele, veo con cierto escepticismo que los ministros Duque y Simón están respondiendo a las preguntas de los niños. ¿Es acaso su respuesta ante las críticas de algunos periódicos de que filtran las preguntas de la prensa? Y de ser así, ¿no sería más práctico reaccionar dándoles a éstos libertad total para preguntar? Por enésima vez, me da la desagradable sensación de que el gobierno vuelve a tomarme por imbécil y apago la tele. 

Poco después, decido escuchar el directo de la noche anterior del canal de Iker Jiménez mientras paso la aspiradora por el salón, el pasillo y mi dormitorio. La emisión dura tres largas horas, pero basta con escuchar la primera media hora para aprender más sobre la situación actual que con las insípidas y soporíferas conferencias diarias del gobierno. En esta ocasión, Iker habla con un adjunto de urgencias en el Hospital Universitario Ramón y Cajal y aclara bastantes dudas. Al igual que yo, el presentador de Cuarto Milenio tampoco entiende que al principio todos minimizasen la peligrosidad del virus. ¿En qué estaban pensando?  

Cuando llega la una del mediodía, voy a la nevera y cojo una cerveza con la idea de hacérmela en el balcón. Últimamente he cogido la costumbre de beberla a esa hora, supongo que con la intención de hacer tiempo para la comida. También me preparo algo de picar.

P.D. Parece que el ritmo de contagios no disminuye gran cosa.

Imagen: Pixabay

jueves, 16 de abril de 2020

Periodo de confinamiento (VI)

Ayer, mientras miraba por la ventana de mi dormitorio con la mente en blanco, se me ocurrió la idea de ir a Skylinewebcams y ver cómo estaba el panorama general. La página en cuestión la descubrí hace poco más de dos años y muestra cómo están las calles de muchos países en tiempo real. Sé que no es la gran cosa, pero para alguien como yo que no ha viajado mucho resulta de lo más curioso.

Como era de esperar, cualquier ciudad que buscase mostraba una calle céntrica, una playa o una plaza totalmente desierta, y aunque no me sorprendió sí que me causó cierta impresión. Es casi como si el documental La Tierra sin humanos (2009) se hubiese hecho realidad de golpe. ¡Hasta en Nueva York, una de las ciudades más pobladas del mundo, no se veía a nadie por la calle! 

Poco después, busco noticias en Google relacionadas con Nueva York y leo que ya han superado la barrera de los 10.000 muertos y que aun así ya están planificando la reapertura con los estados vecinos. Leo el artículo con escepticismo y asombro y constato que el gobierno de España no es el único que ha decidido relajar las medidas antes de tiempo. ¿Es que no ven que se arriesgan a que haya un nuevo pico de contagios? ¿No pueden esperarse una o dos semanas más? 

Imagen: Free-Photos

martes, 14 de abril de 2020

Periodo de confinamiento (V)

Las pocas veces que me da por ver las noticias no puedo evitar la sensación de que en el gobierno no hay nadie al volante. Ya no solo por la incomprensible falta de previsión ante lo que estaba sucediendo en China y poco después en Italia antes de que llegara a aquí, sino porque hasta yo ya notaba a finales de febrero que el asunto no era ninguna broma. Obviamente, no podía imaginar que el problema se volvería de escala planetaria, pero si un don nadie como yo podía percibir que España debía estar tomando medidas preventivas para minimizar la catástrofe.... ¿no lo veía el gobierno con toda la información que debía manejar por entonces?

Supongo que cuando pase esta crisis se irá sabiendo todo con más claridad, aunque si hay algo que nunca entenderé es por qué se esperaron hasta el 9 de marzo para tomar medidas. De hecho, recuerdo que el día 8 aconsejé a mi madre que no fuera a la manifestación por aquello de evitar las aglomeraciones.  A esas alturas ya estaba claro que la crisis se había vuelto seria de verdad y que había que ser precavido, pero ella, creyendo que pecaba de exagerado, no me hizo caso y fue igualmente.

También recuerdo que no daba crédito ante las respuestas del gobierno sobre prohibir esas manifestaciones. No podía entender que no se tomaran ya las medidas preventivas pertinentes y que tuvieran que esperarse a que hubiese 'x' cantidad de infectados para empezar a aplicar las distintas fases de restricciones. En este punto, yo habría preferido que se pasaran con las medidas desde el principio a que las implementaran tarde y mal.

En fin, a estas alturas del confinamiento, cuando ya me empieza a cabrear estar tanto tiempo encerrado, son muchas las preguntas para las que no tengo una respuesta clara. Simplemente, hay ciertas actuaciones que no entiendo desde un punto de vista humano porque no puedo verlo de otra forma. Después de todo, estamos hablando de vidas. ¿Qué hay más importante que eso?

Imagen: Geralt

lunes, 13 de abril de 2020

Periodo de confinamiento (IV)

En la situación actual uno agradecería inmensamente vivir en una casa de campo. Esta idea, que me viene a la cabeza cuando me apetece salir al balcón a que me pegue el aire, se ha vuelto cada vez más recurrente con el paso de los días, pero tampoco se me olvidan los inconvenientes que conlleva vivir tan apartado del pueblo. El tener que coger el coche para todo y la inseguridad ante posibles robos son solo dos ejemplos de lo cargante que puede llegar a ser vivir en una casita.

En mi caso, la única experiencia que tengo en este ámbito es de cuando era niño. Por aquel entonces, mi familia tenía la costumbre de reunirse un domingo en la casa de campo de los abuelos maternos y el otro en la de los paternos. Las veces que iba a la primera recuerdo que siempre veía a mi abuelo acostado en su hamaca, con un sombrero de paja bien ceñido a la cabeza y un cigarro de liar de Ducados Negro en la boca (también era muy aficionado a los puros). En general, conservo muy buenos recuerdos de aquella época en la que no había Internet y los teléfonos móviles eran todavía unos ladrillos casi irrompibles. Sin ir más lejos, acabo de acordarme de que en el salón todavía teníamos una vieja televisión que emitía en blanco y negro. Era de color blanco, pequeñísima y con el cristal muy abombado. Ya no recuerdo qué fue de ella.

Con el paso de los años esa costumbre se perdió, y con la llegada de Internet y otras tantas distracciones fui olvidándome de aquellos tiempos que ahora rememoro con cierta nostalgia. Hoy en día, esa tecnología que tanto nos ha facilitado la vida también nos ha alejado unos de otros y nos ha vuelto más huraños y reservados. O al menos, es así como yo lo percibo.


Imagen: Pixabay

viernes, 10 de abril de 2020

Periodo de confinamiento (III)

Cuando me despierto, miro el reloj con los ojos aún somnolientos y me doy cuenta de que son más de las once. Desde que empezó esto de quedarse en casa in aetérnum no he visto necesario poner el despertador o tener un horario fijo de sueño, pero aun así anoto mentalmente la idea de empezar a levantarme más temprano. Estar tantas horas en la cama no puede ser bueno.

Al levantarme, abro la ventana para que se ventile la habitación y me voy a la cocina con la esperanza de que aún quede algo de mona de Pascua, ¡y así es! Luego, enciendo la tele y constato que no hacen nada que valga la pena, así que opto por apagarla y ver el último vídeo de AccionCine. El canal en cuestión lo descubrí hace relativamente poco y me gustó la manera en que hacían las críticas.  

Mientras le doy al botón de 'café largo' a la Nespresso, me fijo en que comienza a tener fugas de agua y que el cazo se llena enseguida. Casi se podría decir que en el proceso de llenar una tacita de café pierde más agua por el camino, de modo que eso de ponerle agua embotellada ya se ha acabado. A partir de ahora, llenaré el depósito con agua del grifo y que dure lo que tenga que durar.

Poco después de comer, decido ponerme a la tarea de terminar Atrapados en la revolución rusa, de Helen Rappaport. Sus anteriores libros, que tratan principalmente sobre los últimos Romanov, me encantaron por lo detallado de sus descripciones en el día a día que pasaron aislados en Tobolsk y en Ekaterimburgo. En comparación, se podría decir que todos estamos en una situación similar. Al igual que yo, ellos también se quejaban de la monotonía de su rutina diaria, y como en aquella época no había Internet ni redes sociales se entretenían jugando a cartas, leyendo sus antiguos diarios o cortando leña.

Tras pasar media hora, doy por fallido el objetivo de terminar el libro por lo soporífero que me resulta. En sí, la historia que cuenta no es aburrida, pero a partir de la segunda mitad los personajes principales van desapareciendo y la historia se vuelve más dispersa. Luego, si a eso le sumas una infinidad de detalles que te añade y que no vienen a cuento el sueño está asegurado. Otra vez será.

jueves, 9 de abril de 2020

Periodo de confinamiento (II)

Cada vez que tacho un día en el calendario no puedo evitar sentirme algo abatido. De normal, quedarme en casa no suele ser un problema. Desde bien pequeño he preferido la comodidad del hogar a estar dando tumbos por ahí hasta las tantas de la noche, pero este largo confinamiento está comenzando a hartarme. Poco a poco, las ideas para distraerme se han ido agotando y lo único que se me ocurre es escribir un rato en el diario y luego salir al balcón a tomar el aire.

Al momento de salir, me percato de que el tiempo es bueno y se me pasa por la cabeza que podría hacerme una cerveza, y como no tengo nada mejor que hacer decido ir a la nevera a por una. Desde hace tiempo, he tomado la costumbre culpable de beber una latita al día y ahora cuesta bastante quitársela, aunque tampoco es algo en lo que piense demasiado. Después de todo, ¿qué sería de la vida sin estos pequeños placeres?

Mientras contemplo lo vacíos que están los dos parques que tengo enfrente, miro la hora en el móvil y constato que faltan diez minutos para que la gente salga a los balcones a aplaudir. Al principio de la cuarentena, admito que lo achaqué a una moda y deduje que se cansarían pronto, pero han ido pasando las semanas y la novedad ya se ha convertido en una rutina. Se nota que la gente está ociosa.

P.D. Que conste que no me parece mal lo de aplaudir para apoyar a los sanitarios. Es solo que ese tipo de cosas no van conmigo.

Imagen: Pixabay

miércoles, 8 de abril de 2020

Periodo de confinamiento

Después de estar veintitrés días encerrado en casa, me encuentro con que a veces debo mirar el calendario para recordar qué día es. Mi rutina, que consistía en ir y volver del trabajo y salir con los amigos muy de vez en cuando, se paralizó un dieciséis de marzo a las dos del mediodía, y desde entonces vivo en una inacabable pausa. Una pausa que, según leo en algunos periódicos de tirada nacional, parece que va para largo.

En este punto supongo que debería empezar a despotricar del gobierno y su pésima gestión de la crisis, pero resulta que me da una pereza terrible y que algunos periodistas ya han tocado el tema con bastante seriedad. ¿Qué sentido tiene que lo haga yo también? Cuando acabe todo esto, si es que algún día llega a terminarse del todo, quizá toque el tema con más detenimiento. Ahora no.

Otra cosa que quería comentar es la pesadez de los medios de comunicación. Da igual el canal que pongas o la hora a la que enciendas el televisor, siempre los verás hablando del monotema. Al final, opto por cambiar a DMAX, Mega o Divinity y si aun así no me convence me pongo YouTube en el móvil. ¡Y eso que me encantan las noticias desde que tengo memoria! Pero últimamente las evito como la peste.


Imagen: Xaviandrew

martes, 7 de abril de 2020

Un nuevo comienzo...

Ayer, mientras organizaba y limpiaba el ordenador, me encontré por casualidad con uno de los tantos documentos XML que me guardaba para no perder la información del blog. De entre todos los archivos que tenía abandonados y desordenados era la única prueba de que una vez tuve uno, y como ya se me habían acabado todas las opciones de entretenimiento consideré que sería una buena idea recuperarlo y releer algunas de las entradas que escribí. 

Cuando lo recuperé, sentí como si viajara en el tiempo. Muchos de los artículos de curiosidades e historia que en su día publiqué ni siquiera los recordaba, así que como supondrás me pasé unas cuantas horas rememorando viejos tiempos. Es curioso cómo evoluciona uno y cómo le cambian las circunstancias en apenas cuatro años. Hoy por hoy, muchos de esos artículos de opinión ya no reflejan lo que pienso.

Lo que pretendo hacer a partir de ahora es intentar recuperar la asiduidad con la que escribía en el mejor momento del blog. No sé si lo lograré o si me volveré a cansar por el camino, pero en estos tiempos de confinamiento todo es posible. 


Imagen: Geralt