viernes, 10 de abril de 2020

Periodo de confinamiento (III)

Cuando me despierto, miro el reloj con los ojos aún somnolientos y me doy cuenta de que son más de las once. Desde que empezó esto de quedarse en casa in aetérnum no he visto necesario poner el despertador o tener un horario fijo de sueño, pero aun así anoto mentalmente la idea de empezar a levantarme más temprano. Estar tantas horas en la cama no puede ser bueno.

Al levantarme, abro la ventana para que se ventile la habitación y me voy a la cocina con la esperanza de que aún quede algo de mona de Pascua, ¡y así es! Luego, enciendo la tele y constato que no hacen nada que valga la pena, así que opto por apagarla y ver el último vídeo de AccionCine. El canal en cuestión lo descubrí hace relativamente poco y me gustó la manera en que hacían las críticas.  

Mientras le doy al botón de 'café largo' a la Nespresso, me fijo en que comienza a tener fugas de agua y que el cazo se llena enseguida. Casi se podría decir que en el proceso de llenar una tacita de café pierde más agua por el camino, de modo que eso de ponerle agua embotellada ya se ha acabado. A partir de ahora, llenaré el depósito con agua del grifo y que dure lo que tenga que durar.

Poco después de comer, decido ponerme a la tarea de terminar Atrapados en la revolución rusa, de Helen Rappaport. Sus anteriores libros, que tratan principalmente sobre los últimos Romanov, me encantaron por lo detallado de sus descripciones en el día a día que pasaron aislados en Tobolsk y en Ekaterimburgo. En comparación, se podría decir que todos estamos en una situación similar. Al igual que yo, ellos también se quejaban de la monotonía de su rutina diaria, y como en aquella época no había Internet ni redes sociales se entretenían jugando a cartas, leyendo sus antiguos diarios o cortando leña.

Tras pasar media hora, doy por fallido el objetivo de terminar el libro por lo soporífero que me resulta. En sí, la historia que cuenta no es aburrida, pero a partir de la segunda mitad los personajes principales van desapareciendo y la historia se vuelve más dispersa. Luego, si a eso le sumas una infinidad de detalles que te añade y que no vienen a cuento el sueño está asegurado. Otra vez será.

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