domingo, 4 de agosto de 2024

¡Por fin lo conseguí! La maqueta del RMS Titanic de Occre


A principios de marzo comencé a montar la maqueta del RMS Titanic a escala 1/300 de la marca Occre. Debo admitir que, pese a que soy aficionado a hacer maquetas y se me da bastante bien, nunca me había visto ante la tarea de hacer algo así. Hasta entonces, las maquetas que había hecho fueron por mi cuenta, poniéndole imaginación o bien recreando las casas de campo de mis abuelos donde pasé tantos buenos momentos, pero eso de montar un barco paso a paso, con todas sus minúsculas piezas, sus decenas de pegatinas y varillas de madera era algo nuevo para mí.

Desde que vi la película de James Cameron allá por el año 1997 me enamoré de aquel trasatlántico y siempre quise tener una réplica a escala de la leyenda en cuestión. El problema era, obviamente, que este tipo de cosas son caras y requieren de mucho tiempo, esfuerzo y paciencia. Al contrario de lo que pueda parecer, cuando abrí la caja no vi el barco separado por piezas para poder ensamblarlas y listo, sino que simplemente había una cajita de plástico con todas sus piececitas en miniatura, unas cuantas planchas troqueladas y un montón de varillas de madera de diversos tamaños y grosores. Básicamente, tenías que hacerlo absolutamente todo, pintar cada pieza y construirlo desde cero.

En la imagen de la derecha, por ejemplo, se ve que ya había armado el esqueleto y comenzaba a colocar los listones de madera con las tachas que venían en la cajita. Luego, había que lijarlo, darle forma, enmasillarlo para que no se notase la madera cuando fueras a pintarlo y posteriormente lijarlo otra vez. Luego, tocaba añadirle una capa de imprimante y de esa manera te asegurabas de que al pintar el casco con sus míticos colores negro y rojo quedase bien. También debo añadir el detalle de que, aunque no se aprecie en la foto, a las cubiertas tenías que hacerles el parqué listón a listón. Vamos, que cortabas un trocito de madera, lo colocabas en su sitio y luego hacías lo propio con los siguientes trozos. Una vez tenías la cubierta entera, le dabas con el pincel una pasada de barniz y listo.

Por lo general, con el libro de instrucciones y los planos que vienen en la caja puedes apañártelas para montar el barco, pero debo admitir que me fueron de gran ayuda los 34 vídeos que subió Occre en su canal de You Tube donde ves cómo se monta paso a paso. Gracias a ellos pude sortear varios baches que se presentaron por el camino y, de hecho, pude apreciar que hasta el profesional que monta la maqueta se equivoca en algunos puntos. En este sentido, supongo que nadie es perfecto y que hasta el más experimentado comete errores, aunque a su favor debo decir que algunas de las instrucciones del libro son confusas y omiten algún detalle. A continuación, os dejo el vídeo de la presentación de este modelo y si os apetece entrar en su canal y ver cómo se monta sois libres.

Después de casi cinco meses montando la maqueta, cuando la terminé ayer por la tarde no pude evitar sentir una especie de vacío. Prácticamente, su montaje se había convertido en un hábito y en una fuente constante de entretenimiento, así que verme ahora sin ningún proyecto se me antoja antinatural y algo frustrante. En mi mente, tengo algunas ideas sobre qué será lo siguiente que haga, pero todas ellas cuestan dinero. En fin, ¡tiempo al tiempo!


FOTOS DEL PROCESO

En este apartado voy a colgar todas las fotos que hice de la maqueta mientras estaba montándola. Evidentemente, las colocaré en orden para que se vea la evolución. 



















lunes, 6 de diciembre de 2021

Cuando un gato entra en tu vida (o varios)

Neo, el primer día que lo traje a casa

La primera vez que metí a un gato en casa fue un día de septiembre del año pasado. En un principio, iba a por un bebedero de canarios más grande, pero por azares del destino un tipo de unos cincuenta años entró en ese momento con un ajado trasportín y cuatro gatos de apenas dos meses dentro. Aunque siempre me habían gustado, admito que por aquel entonces no tenía ni idea de gatos y ni siquiera me había planteado seriamente tener uno, así que esperé a ver qué historia iba a contarle el tipo a una dependienta que ya comenzaba a mirarlo con cara de pocos amigos. Según le dijo, paseando al perro de madrugada se los había encontrado en un contenedor dentro de una caja de cartón poco antes de que pasara el camión de la basura. Evidentemente, la dependienta no le creyó y le contestó que no podía hacer nada, cosa que decepcionó un poco al desconocido. 

Yo, por mi parte, estaba viendo la escena expectante y tras pensarlo unos minutos le dije que yo podía quedarme uno, a lo que el hombre accedió encantado. Cuando sacó a uno de los machitos del ajado trasportín (le dije que no quería una hembra), le vi con más claridad el clásico naranja atigrado y me recordó de inmediato al Garfield de los dibujos animados. Como ya no había vuelta atrás, decidí comprar en ese momento el trasportín, el arenero, la arena, el pienso, el rascador y un largo etcétera para que al animalico no le faltase de nada. ¡Ah! Y el bebedero para los canarios.  ¿Te puedes creer que casi me fui sin él? ¡Ja, ja!

Echando la vista atrás, no recuerdo muy bien cómo fui capaz de cogerlo todo y llevarlo al piso en un solo viaje. Lo que sí recuerdo es que nada más cerrar la puerta me dirigí a la cocina y le llené ahí mismo el cuenco de pienso. Cuando abrí el trasportín, el gatito salió como si nada, olisqueó un poco el ambiente, dio un par de vueltas a la cocina y comenzó a zampar. He de añadir que durante todo este proceso no me bufó ni me mostró miedo en ningún momento. Es más, luego me di cuenta de que actuaba como si el piso fuera suyo y como si fuera él quien me permitía estar allí. No por nada la primera noche ya estaba reclamando mi cama como de su propiedad. Básicamente, ese gato no tenía vergüenza y no parecía tenerle miedo a nada.

Coco, aún recuperándose en casa
de sus rescatistas

Con el tiempo me fui dando cuenta de que Neo necesitaba a alguien de su especie, así que aproveché la oportunidad de que un compañero de trabajo había rescatado a una parejita de la calle y le dije que cuando se recuperasen podía darme uno. Según me contó, los pobrecillos estaban con los ojos hechos polvo, plagados de hongos, con arañazos y dejándose morir de hambre. Si mi compañero de trabajo y su mujer no los hubiesen recogido seguramente se habrían muerto de hambre o de enfermedad pocos días después, ya que los otros gatos tampoco les dejaban comer y parece que se lo hacían pasar bastante mal.

El primer día que lo traje a casa me di cuenta de que no era como el otro. Neo era un gato tranquilo, confiado y mimoso que no conocía la maldad de la calle.  El nuevo, en cambio, estaba totalmente traumado por lo que le había tocado vivir en tan poco tiempo y durante los primeros días no pude ni acercarme a él. Por suerte, los lametones de Neo y su alegría por tener un compañero felino lograron aplacar su terror unos cuantos grados y poco a poco fue dejando de esconderse en cualquier rincón. De hecho, un ejemplo de lo calmado que es el gato naranja es que cuando Coco (así decidí llamarlo) le bufaba él ni se inmutaba. Simplemente, levantaba la cabeza, lo miraba todo legañoso y se volvía a dormir. Admito que más de una vez temí por su integridad física.

Actualmente

Más de un año después, Neo sigue igual de bonachón y Coco se ha convertido en un gato regordete que no sale de debajo de las mantas cuando hace frío. El tercero, uno negrito de ojos dorados que adopté en abril, todavía es puro nervio y es un poco pronto para saber cómo será su carácter, pero por lo que estoy viendo parece una mezcla de los dos. A modo de curiosidad, quería añadir que a la hora de introducir nuevos gatos en casa el cascarrabias es Neo. Coco, por su parte, se acerca sin mucho miramiento e intenta hacerse amigo suyo enseguida, pero el naranja lo ve como una amenaza y no deja de mirarlo como a un insecto hasta que no pasa una semana.

sábado, 29 de agosto de 2020

Mi actual aversión hacia los políticos

He de admitirlo: los políticos me asquean. Me repugna que lo midan todo con los votos que puedan ganar o perder y me echa mucho para atrás esa obsesión que tienen por el tan manido qué hay de lo mío. El otro día, mientras estaba desayunando, escuchaba por la tele cómo cada partido se metía en su trinchera y ponía líneas rojas por doquier con el tema de los presupuestos, y mientras escuchaba esto no podía evitar preguntarme qué más tiene que pasar para que les preocupe algo su país. Es decir, ¿de verdad les da todo igual? ¿No son capaces de darse cuenta de que ante la crisis económica que viene y ante la pandemia que estamos viviendo da igual quién tenga que ceder para conseguir algo tan básico como unos Presupuestos Generales del Estado? Si te soy sincero, cuando veo toda esta desidia e inoperancia política llego a plantearme la utilidad real de este sistema de partidos en tiempos difíciles. Incluso llego a poner en duda si lo que hoy entendemos como democracia es el mejor sistema.

Si les tuviese que dar un consejo, les diría que se pusiesen las pilas para que a la gente no le diese tiempo a preguntarse qué ganan con tanto político inútil incapaz de bajarse de su pedestal y llegar a algún acuerdo. A estas alturas, desconozco el número exacto de políticos y asesores que tendremos en España chupando del erario público, pero sea el número que sea estoy convencido de que con la mitad funcionaríamos igual o incluso mejor. De hecho, desde hace tiempo mi aversión hacia esos individuos que se supone que deben servir a la ciudadanía (y que solo se sirven a ellos mismos) no ha hecho más que crecer, y parece que poco a poco me voy convenciendo de que no ando muy equivocado. De lo contrario, ¿cómo se explica que sigamos con los presupuestos de Montoro?

P.D. Tirando de memoria, estoy seguro de que el PSOE y UP criticaron en su día a Montoro por considerar a esos presupuestos como algo devastador para la clase media trabajadora o cualquier chorrada similar. ¿A que tiene gracia que sigamos con los mismos dos años después? 

Imagen: Pixabay.

domingo, 9 de agosto de 2020

Crepúsculo


Recuerdo que cuando leí la serie de libros de Crepúsculo ya había visto la primera película protagonizada por Robert Pattinson y Kristen Steward. Los libros, que aunque tienen más detalles que los filmes tampoco son mucho mejores, se leen muy fácilmente y su historia es entretenida. Y sí, cuando me acuerdo de esta saga siempre tengo la sensación de que es una buena historia mal aprovechada. En mi opinión, Bella Swan es un personaje insípido creado adrede por la autora para que las adolescentes calenturientas se identificaran con ella y comprasen sus libros compulsivamente. ¿Te imaginas cómo habría mejorado la trama si Bella hubiera sido diferente?

Si hay algo que he aprendido de las historias es que los personajes más interesantes son los villanos y los antihéroes. Por la razón que sea, suelen tener una personalidad más compleja y representan ese lado oscuro que todos tenemos en nuestro interior. Sin quererlo, muchas veces nos descubrimos pensando qué habríamos hecho nosotros en tal o cual situación, y eso se produce porque logramos empatizar con el malvado personaje. En el caso de Bella, creo que habría sido más acertado añadirle algún tipo de matiz a su sosa y plana personalidad. De hecho, recuerdo que me dio bastante vergüenza ajena leer la parte en la que ésta se sume en una profunda depresión por el abandono de su querido vampiro. La reacción me pareció tan exagerada que incluso llegué a reírme en ciertas partes. 

En conjunto, se podría decir que leer Crepúsculo, Luna Nueva, Eclipse y Amanecer es lo equivalente a consumir una hamburguesa del McDonald's. Es decir, que pese a su deficiente calidad no deja de tener algo que te engancha. Obviamente, a medida que vas avanzando en la lectura te vas dando cuenta de lo absurdo de muchas situaciones, de la sensiblería cutre que rezuman algunos puntos y de ese afán por aparentar ser algo que no es, pero de algún modo la autora consigue que quieras seguir con la lectura aunque solo sea para saber cómo termina la historia.

P.D. Acabo de leer que Stephenie Meyer va a publicar una secuela titulada 'Sol de Medianoche'...

Imagen: Wikimedia Commons

viernes, 10 de julio de 2020

Idiocracia

Desde hace un tiempo me da la sensación de que estamos entrando en una era irreflexiva donde los radicalismos son la norma. Los distintos movimientos sociales que marcaron un antes y un después han acabado convirtiéndose en la sombra de lo que una vez fueron. Los defensores de estos movimientos, antaño curtidos tanto a nivel cultural como en la calle, han sido sustituidos por activistas de teclado que no dudan en juzgar y condenar al contrario como pequeños dictadores. Sumidos en su fanatismo, no logran darse cuenta de que no todo es blanco o negro y que son precisamente ellos los susceptibles a ser manipulados por el político de turno.

Si hay algo que he aprendido de esta pandemia es a ver la política con toda su crudeza. En este sistema de partidos donde todo vale con tal de conservar el poder los ciudadanos estamos fuera de la ecuación, y en esto no hago excepciones. Para los políticos no somos más que números que los ayudarán a mantener ese tren de vida al que tan bien se han acostumbrado. No les importa ni la economía, ni el país y mucho menos les importamos nosotros. Cada movimiento que deciden dar va orientado únicamente para conservar los votos que ya tienen e incluso obtener más si ven la oportunidad. Lo demás les importa un pimiento.

Siendo consciente de esto, no es de extrañar que volviese a la abstención hace un par de años, pero al ver durante estos meses que les importamos tan poco me he convencido aún más de que votar equivale a aceptar lo que hay. Y no me da la gana. No pienso votar con la nariz tapada al partido de turno por considerarlo el 'menos malo' o por miedo a que gobierne el contrario. En mi opinión, dejarse llevar por el miedo a la hora de votar es un error que solo les beneficia a ellos, sobre todo porque no hay una diferencia real entre los diferentes partidos políticos. A la hora de la verdad, todos los que gobiernan cometen exactamente los mismos errores que el gobierno anterior, hacen siempre lo contrario de lo que predicaban cuando eran la oposición y nunca les tiembla la mano para recortar o sangrar aún más al contribuyente. 

Como último apunte, solo quería añadir que una de las cosas que llevo preguntándome desde hace tiempo es qué pasaría si en unas elecciones generales se abstuviera el sesenta o el setenta por ciento de la población. ¿Haría eso que los políticos se replantearan las cosas o seguirían como siempre aun sabiendo que hay una mayoría que no los reconoce? Para mí, votar no es más que un acto protocolario cuya única función es la de legitimar el sistema imperante, así que no puedo evitar sentir cierta curiosidad respecto a este punto.

viernes, 3 de julio de 2020

Artemis Fowl, la película

Como no puedo añadir una imagen de la película, pongo ésta.
Hace un rato he visto la película de Artemis Fowl y he confirmado lo que ya me temí cuando vi el tráiler: han dejado a la serie de libros a la altura del betún. Como no tengo ganas de que este post se haga demasiado extenso, voy a obviar el inexplicable aspecto de algunos personajes e iré directamente al grano. En los libros, Artemis es un chico de 12 años proveniente de una conocida familia de criminales que poco a poco ha ido dirigiendo sus negocios hacia cauces más legales. Nuestro protagonista, que siempre gusta de vestir trajes caros, calzar mocasines y comer caviar, es un genio criminal que a su corta edad ya tiene un largo historial delictivo, pero por alguna razón que se me escapa el Artemis de la película es un chico asustadizo y de buen corazón que se ablanda a la mínima.

Su aspecto también difiere bastante, ya que originalmente se lo describe como un chico de rasgos afilados, piel muy pálida y ojos azules. En conjunto, los que lo vieran se darían cuenta de que no debía salir mucho, porque su piel casi parecía que estuviera desteñida tras pasar tantas horas delante del ordenador. Tampoco tenía una moral muy clara y sus escrúpulos eran más bien escasos, sobre todo porque en el primer libro pretende salvar a su padre de la mafia rusa a costa del oro de las criaturas mágicas. En el proceso, secuestra a una elfa  a la que llega a torturar psicológicamente, destroza la mansión de su familia y pone en serio peligro la vida de su madre y la de sus guardaespaldas Mayordomo y Juliet, pero finalmente lo consigue y logra hacerse con un gran número de lingotes de oro. Posteriormente, la elfa secuestrada, que había logrado hacerse un hueco en la PES (la policía mágica) tras mucho esfuerzo, es prácticamente desterrada por haber cometido el error de dejarse atrapar.

En los libros posteriores, nuestro maquiavélico personaje se reforma poco a poco gracias a la amistad que termina entablando con la elfa a la que secuestró, pero esa es otra historia. En la película, todo transcurre de una forma diferente y nuestro blandito Artemis cinematográfico se hace amigo de la elfa a la primera de cambio, y al contrario que en los libros es su padre quien conoce la existencia de los seres mágicos, no él. Y ojo, este detalle no me molestaría si el protagonista no fuera una copia barata y buenista del Artemis Fowl original, que aunque fuera un criminal frío y calculador tenía un fondo bueno muy escondido en su interior.

Al final, he llegado a la conclusión de que Disney destroza todo lo que toca. Suele tener la caprichosa manía de convertir buenas historias en bodrios infantiles tomando al espectador por idiota con todas esas tonterías de la inclusividad, la completa ausencia de sangre y los guiones facilones sin trampa ni cartón. De hecho, antes incluso de que tuviera noticias de que iban a hacer una película ya dudaba que fuera a ser un éxito en el caso de que algún estudio la llevara a cabo, ya que en este caso creo que habría sido más acertado hacer una película animada o una serie de dibujos de pocos capítulos.

sábado, 27 de junio de 2020

Proceso de independencia

La semana pasada me puse nostálgico y pedí estas novelas gráficas
Han pasado muchas cosas desde la última vez que escribí en el blog. Para empezar, he decidido dar el paso e independizarme de una vez. El piso en el que vivo, que perteneció a mis abuelos y data de los años setenta, está en una de las calles principales del pueblo y se encuentra bien situado para ver los Moros y Cristianos, y aunque su estado es bueno necesita una buena reforma. La instalación eléctrica, por ejemplo, es de la misma época y siempre he de andar con mucho cuidado para no quemar los enchufes.

Desde que lo compré hace aproximadamente dos años, he ido viniendo todas las semanas a tirar los muebles viejos, reparar los desperfectos que han ido acumulándose desde hace décadas y cambiar lo imprescindible. De hecho, en el proceso de desmontaje me fui encontrando con objetos perdidos detrás de los cajones o debajo de los muebles, lo cual contribuyó a que los desmontara más rápido por pura curiosidad. Según recuerdo, las cosas que descubrí van desde un viejo libro de chistes hasta diversas fotos y legajos antiguos que hablan un poco sobre el pasado de la familia. Incluso llegué a toparme con una pequeña cajita de metal que contenía una vieja jeringuilla con dos agujas de repuesto, y es que antes lo arreglaban todo pinchándote cuando enfermabas. ¿Cuánto tiempo llevaría perdida esa cajita?

De entre todas las cosas que he ido encontrando, me he quedado con las fotos y algunos legajos. Siempre me ha parecido curioso ver a mis abuelos de jóvenes, ya que normalmente la visión que tenemos de ellos es estática. No obstante, curioseando en esas fotografías descubrí que mi abuela de joven se parecía a la típica actriz de teatro francesa de principios del siglo pasado, y mi abuelo era la viva imagen de uno de mis tíos.

En cuanto a la actualidad política, me alegra decir que he estado desconectado de todo desde que me mudé, así que podría haber pasado perfectamente algo importante y no haberme enterado. Por lo general, siempre he tenido la necesidad de estar conectado casi todo el día, pero al tener tanto trabajo por hacer no lo he echado mucho de menos.