sábado, 29 de agosto de 2020

Mi actual aversión hacia los políticos

He de admitirlo: los políticos me asquean. Me repugna que lo midan todo con los votos que puedan ganar o perder y me echa mucho para atrás esa obsesión que tienen por el tan manido qué hay de lo mío. El otro día, mientras estaba desayunando, escuchaba por la tele cómo cada partido se metía en su trinchera y ponía líneas rojas por doquier con el tema de los presupuestos, y mientras escuchaba esto no podía evitar preguntarme qué más tiene que pasar para que les preocupe algo su país. Es decir, ¿de verdad les da todo igual? ¿No son capaces de darse cuenta de que ante la crisis económica que viene y ante la pandemia que estamos viviendo da igual quién tenga que ceder para conseguir algo tan básico como unos Presupuestos Generales del Estado? Si te soy sincero, cuando veo toda esta desidia e inoperancia política llego a plantearme la utilidad real de este sistema de partidos en tiempos difíciles. Incluso llego a poner en duda si lo que hoy entendemos como democracia es el mejor sistema.

Si les tuviese que dar un consejo, les diría que se pusiesen las pilas para que a la gente no le diese tiempo a preguntarse qué ganan con tanto político inútil incapaz de bajarse de su pedestal y llegar a algún acuerdo. A estas alturas, desconozco el número exacto de políticos y asesores que tendremos en España chupando del erario público, pero sea el número que sea estoy convencido de que con la mitad funcionaríamos igual o incluso mejor. De hecho, desde hace tiempo mi aversión hacia esos individuos que se supone que deben servir a la ciudadanía (y que solo se sirven a ellos mismos) no ha hecho más que crecer, y parece que poco a poco me voy convenciendo de que no ando muy equivocado. De lo contrario, ¿cómo se explica que sigamos con los presupuestos de Montoro?

P.D. Tirando de memoria, estoy seguro de que el PSOE y UP criticaron en su día a Montoro por considerar a esos presupuestos como algo devastador para la clase media trabajadora o cualquier chorrada similar. ¿A que tiene gracia que sigamos con los mismos dos años después? 

Imagen: Pixabay.

domingo, 9 de agosto de 2020

Crepúsculo


Recuerdo que cuando leí la serie de libros de Crepúsculo ya había visto la primera película protagonizada por Robert Pattinson y Kristen Steward. Los libros, que aunque tienen más detalles que los filmes tampoco son mucho mejores, se leen muy fácilmente y su historia es entretenida. Y sí, cuando me acuerdo de esta saga siempre tengo la sensación de que es una buena historia mal aprovechada. En mi opinión, Bella Swan es un personaje insípido creado adrede por la autora para que las adolescentes calenturientas se identificaran con ella y comprasen sus libros compulsivamente. ¿Te imaginas cómo habría mejorado la trama si Bella hubiera sido diferente?

Si hay algo que he aprendido de las historias es que los personajes más interesantes son los villanos y los antihéroes. Por la razón que sea, suelen tener una personalidad más compleja y representan ese lado oscuro que todos tenemos en nuestro interior. Sin quererlo, muchas veces nos descubrimos pensando qué habríamos hecho nosotros en tal o cual situación, y eso se produce porque logramos empatizar con el malvado personaje. En el caso de Bella, creo que habría sido más acertado añadirle algún tipo de matiz a su sosa y plana personalidad. De hecho, recuerdo que me dio bastante vergüenza ajena leer la parte en la que ésta se sume en una profunda depresión por el abandono de su querido vampiro. La reacción me pareció tan exagerada que incluso llegué a reírme en ciertas partes. 

En conjunto, se podría decir que leer Crepúsculo, Luna Nueva, Eclipse y Amanecer es lo equivalente a consumir una hamburguesa del McDonald's. Es decir, que pese a su deficiente calidad no deja de tener algo que te engancha. Obviamente, a medida que vas avanzando en la lectura te vas dando cuenta de lo absurdo de muchas situaciones, de la sensiblería cutre que rezuman algunos puntos y de ese afán por aparentar ser algo que no es, pero de algún modo la autora consigue que quieras seguir con la lectura aunque solo sea para saber cómo termina la historia.

P.D. Acabo de leer que Stephenie Meyer va a publicar una secuela titulada 'Sol de Medianoche'...

Imagen: Wikimedia Commons

viernes, 10 de julio de 2020

Idiocracia

Desde hace un tiempo me da la sensación de que estamos entrando en una era irreflexiva donde los radicalismos son la norma. Los distintos movimientos sociales que marcaron un antes y un después han acabado convirtiéndose en la sombra de lo que una vez fueron. Los defensores de estos movimientos, antaño curtidos tanto a nivel cultural como en la calle, han sido sustituidos por activistas de teclado que no dudan en juzgar y condenar al contrario como pequeños dictadores. Sumidos en su fanatismo, no logran darse cuenta de que no todo es blanco o negro y que son precisamente ellos los susceptibles a ser manipulados por el político de turno.

Si hay algo que he aprendido de esta pandemia es a ver la política con toda su crudeza. En este sistema de partidos donde todo vale con tal de conservar el poder los ciudadanos estamos fuera de la ecuación, y en esto no hago excepciones. Para los políticos no somos más que números que los ayudarán a mantener ese tren de vida al que tan bien se han acostumbrado. No les importa ni la economía, ni el país y mucho menos les importamos nosotros. Cada movimiento que deciden dar va orientado únicamente para conservar los votos que ya tienen e incluso obtener más si ven la oportunidad. Lo demás les importa un pimiento.

Siendo consciente de esto, no es de extrañar que volviese a la abstención hace un par de años, pero al ver durante estos meses que les importamos tan poco me he convencido aún más de que votar equivale a aceptar lo que hay. Y no me da la gana. No pienso votar con la nariz tapada al partido de turno por considerarlo el 'menos malo' o por miedo a que gobierne el contrario. En mi opinión, dejarse llevar por el miedo a la hora de votar es un error que solo les beneficia a ellos, sobre todo porque no hay una diferencia real entre los diferentes partidos políticos. A la hora de la verdad, todos los que gobiernan cometen exactamente los mismos errores que el gobierno anterior, hacen siempre lo contrario de lo que predicaban cuando eran la oposición y nunca les tiembla la mano para recortar o sangrar aún más al contribuyente. 

Como último apunte, solo quería añadir que una de las cosas que llevo preguntándome desde hace tiempo es qué pasaría si en unas elecciones generales se abstuviera el sesenta o el setenta por ciento de la población. ¿Haría eso que los políticos se replantearan las cosas o seguirían como siempre aun sabiendo que hay una mayoría que no los reconoce? Para mí, votar no es más que un acto protocolario cuya única función es la de legitimar el sistema imperante, así que no puedo evitar sentir cierta curiosidad respecto a este punto.

viernes, 3 de julio de 2020

Artemis Fowl, la película

Como no puedo añadir una imagen de la película, pongo ésta.
Hace un rato he visto la película de Artemis Fowl y he confirmado lo que ya me temí cuando vi el tráiler: han dejado a la serie de libros a la altura del betún. Como no tengo ganas de que este post se haga demasiado extenso, voy a obviar el inexplicable aspecto de algunos personajes e iré directamente al grano. En los libros, Artemis es un chico de 12 años proveniente de una conocida familia de criminales que poco a poco ha ido dirigiendo sus negocios hacia cauces más legales. Nuestro protagonista, que siempre gusta de vestir trajes caros, calzar mocasines y comer caviar, es un genio criminal que a su corta edad ya tiene un largo historial delictivo, pero por alguna razón que se me escapa el Artemis de la película es un chico asustadizo y de buen corazón que se ablanda a la mínima.

Su aspecto también difiere bastante, ya que originalmente se lo describe como un chico de rasgos afilados, piel muy pálida y ojos azules. En conjunto, los que lo vieran se darían cuenta de que no debía salir mucho, porque su piel casi parecía que estuviera desteñida tras pasar tantas horas delante del ordenador. Tampoco tenía una moral muy clara y sus escrúpulos eran más bien escasos, sobre todo porque en el primer libro pretende salvar a su padre de la mafia rusa a costa del oro de las criaturas mágicas. En el proceso, secuestra a una elfa  a la que llega a torturar psicológicamente, destroza la mansión de su familia y pone en serio peligro la vida de su madre y la de sus guardaespaldas Mayordomo y Juliet, pero finalmente lo consigue y logra hacerse con un gran número de lingotes de oro. Posteriormente, la elfa secuestrada, que había logrado hacerse un hueco en la PES (la policía mágica) tras mucho esfuerzo, es prácticamente desterrada por haber cometido el error de dejarse atrapar.

En los libros posteriores, nuestro maquiavélico personaje se reforma poco a poco gracias a la amistad que termina entablando con la elfa a la que secuestró, pero esa es otra historia. En la película, todo transcurre de una forma diferente y nuestro blandito Artemis cinematográfico se hace amigo de la elfa a la primera de cambio, y al contrario que en los libros es su padre quien conoce la existencia de los seres mágicos, no él. Y ojo, este detalle no me molestaría si el protagonista no fuera una copia barata y buenista del Artemis Fowl original, que aunque fuera un criminal frío y calculador tenía un fondo bueno muy escondido en su interior.

Al final, he llegado a la conclusión de que Disney destroza todo lo que toca. Suele tener la caprichosa manía de convertir buenas historias en bodrios infantiles tomando al espectador por idiota con todas esas tonterías de la inclusividad, la completa ausencia de sangre y los guiones facilones sin trampa ni cartón. De hecho, antes incluso de que tuviera noticias de que iban a hacer una película ya dudaba que fuera a ser un éxito en el caso de que algún estudio la llevara a cabo, ya que en este caso creo que habría sido más acertado hacer una película animada o una serie de dibujos de pocos capítulos.

sábado, 27 de junio de 2020

Proceso de independencia

La semana pasada me puse nostálgico y pedí estas novelas gráficas
Han pasado muchas cosas desde la última vez que escribí en el blog. Para empezar, he decidido dar el paso e independizarme de una vez. El piso en el que vivo, que perteneció a mis abuelos y data de los años setenta, está en una de las calles principales del pueblo y se encuentra bien situado para ver los Moros y Cristianos, y aunque su estado es bueno necesita una buena reforma. La instalación eléctrica, por ejemplo, es de la misma época y siempre he de andar con mucho cuidado para no quemar los enchufes.

Desde que lo compré hace aproximadamente dos años, he ido viniendo todas las semanas a tirar los muebles viejos, reparar los desperfectos que han ido acumulándose desde hace décadas y cambiar lo imprescindible. De hecho, en el proceso de desmontaje me fui encontrando con objetos perdidos detrás de los cajones o debajo de los muebles, lo cual contribuyó a que los desmontara más rápido por pura curiosidad. Según recuerdo, las cosas que descubrí van desde un viejo libro de chistes hasta diversas fotos y legajos antiguos que hablan un poco sobre el pasado de la familia. Incluso llegué a toparme con una pequeña cajita de metal que contenía una vieja jeringuilla con dos agujas de repuesto, y es que antes lo arreglaban todo pinchándote cuando enfermabas. ¿Cuánto tiempo llevaría perdida esa cajita?

De entre todas las cosas que he ido encontrando, me he quedado con las fotos y algunos legajos. Siempre me ha parecido curioso ver a mis abuelos de jóvenes, ya que normalmente la visión que tenemos de ellos es estática. No obstante, curioseando en esas fotografías descubrí que mi abuela de joven se parecía a la típica actriz de teatro francesa de principios del siglo pasado, y mi abuelo era la viva imagen de uno de mis tíos.

En cuanto a la actualidad política, me alegra decir que he estado desconectado de todo desde que me mudé, así que podría haber pasado perfectamente algo importante y no haberme enterado. Por lo general, siempre he tenido la necesidad de estar conectado casi todo el día, pero al tener tanto trabajo por hacer no lo he echado mucho de menos.

viernes, 15 de mayo de 2020

¿Eres como Andrews o como Ismay?

La gran escalinata del Titanic en un folleto promocional de la época



Hace unos días me dio por ver la miniserie del Titanic que se hizo en conmemoración del centenario de su hundimiento. En sus dos horas y cuarenta minutos de duración, pude apreciar que su historia es bastante fiel a la realidad. Por un lado, se puede ver que el hundimiento del barco no es tan dramático como en la famosa película de James Cameron, donde el trasatlántico se parte como un lápiz después de alcanzar una altura absurda. Luego, tenemos el detalle de que no pinta a Bruce Ismay como el único villano. Obviamente, su capitán, John Smith, también tuvo parte de responsabilidad en esta desgracia, y si uno se ciñe estrictamente a los hechos nunca quedó del todo claro si fue Ismay quien presionó al capitán para que aumentara la velocidad. De hecho, ni siquiera se sabe si alguien lo hizo. Su único pecado fue aprovechar la oportunidad para salvarse.

Según tengo entendido, el presidente y director de la White Star Line vio su reputación completamente arruinada después de aquella tragedia. No importó que dimitiese del cargo o que donase algo más de 30.000 libras esterlinas en apoyo a las víctimas. La sociedad lo vio desde entonces como el único culpable del desastre y se le colgó la etiqueta de cobarde de por vida. A su capitán, en cambio, se le vio como un héroe pese a que fue él quien dio la orden de ir tan rápido en una noche sin luna y con los prismáticos en paradero desconocido. ¿No es curioso?

Recuerdo que cuando vi la película de James Cameron, Bruce Ismay fue uno de los personajes que más me llamaron la atención, y aunque en su momento lo condené con rotundidad ahora no lo tengo tan claro. Quizás, ese cambio de pensamiento se debe a que intento ponerme en su piel e imaginar cómo actuaría en su situación. Es decir, ¿huiría como él sin importar las consecuencias o me hundiría con el barco como hicieron Thomas Andrews y su capitán? Si os soy del todo sincero, no tengo una respuesta clara a esa pregunta, y creo que es una suerte que muchos de nosotros no nos hayamos visto en una posición similar. Todos queremos pensar que afrontaríamos 'nuestro destino' estoicamente, pero... ¿realmente lo haríamos?

P.D. Para mí, el peor error que cometió el empresario fue desdeñar los consejos de seguridad de Thomas Andrews, su diseñador.


Imagen: Wikipedia

domingo, 10 de mayo de 2020

Incapaces de aprender

Durante estos últimos días he podido apreciar a través de mi ventana que el número de personas con mascarilla escasea bastante. Es como si todos creyesen que por el mero hecho de haberse relajado el confinamiento ya no tienen que tomar medida alguna, pero es que a los que la llevan también hay que darles de comer aparte. La mayoría de ellos no la dejan quieta y se pasan la recomendación de mantener las distancias por donde no les da el sol, así que no es extraño ver a cuatro individuos sentados en un mismo banco o a un apretujado grupo de siete u ocho personas hablando animadamente sobre cualquier nimiedad (y la mayoría sin mascarilla, por supuesto). 

Como no soy de piedra, entiendo perfectamente que muchos tengan ganas de pasar página y volver a lo de antes. Después de todo, es algo lógico que después de casi dos meses de confinamiento forzado uno quiera hacerse la ilusión durante un rato de que no ha ocurrido nada. No obstante, hacer eso antes de tiempo me parece estúpido, egoísta y de una temeridad imperdonable. No solo porque ellos mismos pueden infectarse, sino porque pueden contagiar a mucha gente sin que se den cuenta, y cuando pienso en esto último no puedo evitar preguntarme si son unos inconscientes o si directamente les da igual. ¿En qué coño piensan?

Visto lo visto, me parece ya casi un hecho que esos expertos que advierten sobre una segunda oleada tienen más razón que un santo. Desconozco si este comportamiento tan irresponsable será solo cosa de España o de los países occidentales en general, pero si seguimos así y la gente no se toma el problema en serio no lograremos quitarnos de encima al coronavirus en mucho tiempo. 

jueves, 7 de mayo de 2020

Errores cíclicos

Policías de Seattle preparados para actuar contra la pandemia en 1918

Estoy convencido de que esas declaraciones grandilocuentes en las que se afirma que nada volverá a ser como antes están erradas. Seguramente, en cuanto veamos que podemos hacer 'vida normal' volveremos a las viejas costumbres, y será entonces cuando toda esa amalgama de expertos que aseguran que la humanidad tomará nota de lo acontecido quedarán a la altura del betún. De hecho, es muy probable que se vuelvan a cometer los mismos errores si se produjese otra pandemia dentro de unas décadas. 

Si uno echa un vistazo a la historia se dará cuenta de que el ser humano ha ido cometiendo los mismos errores una y otra vez. Lo hemos hecho en la actualidad minimizando desde el comienzo la peligrosidad del coronavirus aun teniendo precedentes de que era una imprudencia y no será la última vez. Sin ir más lejos, en la gripe de 1918 la prensa también se tomaba a broma el asunto y los gobiernos comenzaron a tomar medidas demasiado tarde. A lo mejor es que no somos tan listos como nos pensamos y no podemos evitar ciertos patrones de comportamiento, y si esto es así queda claro que somos bastante limitaditos. 

En cuanto al origen del bicho, me sorprende que todo mi entorno piense que ha sido creado y esparcido adrede para diezmar a la población. En mi opinión, esa idea no tiene mucho sentido porque propagar un virus de esas características en una economía tan globalizada es contraproducente. Es decir, que si EEUU se ve muy afectado y paraliza todas las importaciones China también se vería perjudicada por esto (que es lo que ha ocurrido), así que no creo que sea el caso. Lo que sí que me puedo llegar a creer es que se trate de un virus que estaban estudiando en un laboratorio y que se les haya escapado, pero si eso es así no creo que lo vayan a admitir.

P.D. Ayer me dio por hacer una cápsula del tiempo.

Imagen: Wikipedia

lunes, 4 de mayo de 2020

El problema de la democracia

Uno de los libros que tengo pendientes por leer es La República, de Platón. Si no me equivoco, es una obra en la que el filósofo griego critica a la democracia por aquello de que cualquiera puede llegar al poder, y lo cierto es que si te paras a pensarlo no le falta razón. En principio, el que se encarga de gobernar un país debe estar instruido en la materia y tener una serie de valores que lo hacen apto para el puesto, pero en lugar de eso nos encontramos con que hasta el más tonto puede llegar a presidente. Lo único que se necesita son buenos patrocinadores y una campaña electoral con gancho. No hay más.

Obviamente, estoy de acuerdo en que el sistema democrático es el que mejor funciona. De entre todos los tipos de gobierno que hay se ha demostrado que es el único capaz de traer prosperidad y libertad de expresión a partes iguales. No obstante, también es cierto que el voto de un intelectual o de alguien con estudios vale lo mismo que el de un individuo que no ha ido nunca a la escuela, y cuando recuerdas eso comienzas a entender que algo anda mal. Después de todo, en cualquier democracia que se precie la educación es algo esencial, sobre todo porque es el mejor escudo para defenderse de las mentiras y de las manipulaciones. ¡Si un pueblo está bien instruido su democracia será de calidad!

El problema viene cuando nos dejamos llevar por los eslóganes, los titulares y esos discursos populistas que no aportan ninguna solución real a los problemas que sufre el país. A veces, suele ocurrir que al político de turno se le ocurre dar soluciones simples a problemas complejos, y cuando hace eso siempre hay algún incauto que se deja seducir ante el carisma del orador. A estas alturas, no creo que me equivoque si afirmo que no somos pocos los que hemos caído en la tentación de creer que todo es más sencillo de lo que parece, y es por eso que detesto las campañas electorales. ¡Si cumplieran con su trabajo no necesitarían hacerlas!

Si cada uno de nosotros hiciéramos un recuento mental de las cosas que están mal en esta democracia, estoy seguro de que le encontraríamos un montón de defectos. Para empezar, detalles como los suculentos sueldos, el aforamiento, los sueldos vitalicios y otros tantos privilegios no ayudan precisamente a que abunden los políticos por vocación, y esto es así porque hacen las leyes a su medida.

Imagen: Geralt

viernes, 1 de mayo de 2020

Periodo de confinamiento (IX)

Mientras estoy haciéndome el café y escuchando el 'Facciamo finta che' que siempre pone Alsina en sus monólogos, me quedo pensando en si la desescalada que va a emprender el gobierno viene demasiado pronto. Por un lado, entiendo que la crisis económica que viene es un tema que preocupa cada vez más, pero estamos en un punto tan delicado de la curva en la que precipitarse  puede ser contraproducente.

Tras terminarme el café, enciendo un rato la tele y me bastan unos pocos minutos para escuchar todas esas expresiones y eufemismos que el gobierno se ha empeñado en usar desde el primer día. Cada vez que escucho 'desescalada' o la estupidez esa de 'la nueva normalidad' no puedo evitar poner los ojos en blanco, ya que en el primer caso basta con emplear términos que existan en la RAE como disminuir, reducir o rebajar. ¿Es que la lengua española no es lo suficientemente rica como para evitar hacer el ridículo con palabras inventadas?

Luego está aquello de 'la nueva normalidad', que se refiere obviamente a que nada va a ser normal hasta dentro de un año o hasta que saquen la esperada vacuna. Por lo general, nuestros políticos siempre han sido muy aficionados al uso alternativo del lenguaje para evitar decir las palabras malditas. Quizá, desde la lejanía de su púlpito puedan llegar a creer que por decir unas palabras más suaves la gente se va a tomar mejor esas malas noticias que muchas veces camuflan de normalidad. No sé cómo afectará a los demás este tipo de gilipolleces, pero creo que muchos hemos aprendido a leer entre líneas y a fijarnos más en lo que no dicen que en lo que nos cuentan. Porque a menudo la información valiosa reside en aquellas cuestiones que evitan como la peste.

Otra cosa que me viene la mente es la precaria situación de los autónomos y las pymes, sobre todo ahora que se les permite abrir con ciertas restricciones. Es decir, ¿qué pasará con aquellos negocios que vayan a entrar en pérdidas ante la poca afluencia de clientes? ¿Podrán seguir cerrados a modo de prevención y contando con los ERTE o cobrando las prestaciones? Porque si la respuesta es negativa nos encontraríamos ante un cierre masivo de pequeños establecimientos. ¿Qué planes tiene el gobierno para que puedan soportar los próximos meses?

P.D. Acabo de leer en El Mundo que el gobierno tendrá que pedir un rescate, así que será mejor que nos preparemos para los recortes que vienen...
Imagen: Geralt

domingo, 26 de abril de 2020

Periodo de confinamiento (VIII)

Tal y como era de esperar, al salir al balcón a hacerme el café escucho gritos de niños por doquier. Acostumbrado desde hace más de cuarenta días a un silencio sepulcral, el ruido que debería ser el habitual se me antoja incluso molesto, pero en el fondo me alegro de que en la calle haya algo de movimiento. Poco después, cuando mis ojos se acostumbran a la luz y logro enfocar mejor me fijo en detalles que no me gustan.

Para empezar, constato que la mayoría no lleva mascarilla, aunque este detalle lo podría dejar pasar por razones obvias. Desde el comienzo de la crisis sanitaria, el gobierno ha cometido un error tras otro en cuanto al abastecimiento de este tipo de material, así que como consecuencia las farmacias no siempre disponen de las existencias necesarias. Además, también está la cuestión del precio y de que el gobierno ha decidido ponerle tope, lo cual se traduce en que habrá aún más desabastecimiento. Sobre todo en las próximas semanas.

Mientras le doy los últimos sorbos al café, también me percato de que no todos respetan la distancia de seguridad y que en lugar de ir un adulto con los niños la mayoría van en pareja. De hecho, en algunos puntos hasta logro ver pequeñas reuniones. Otros, en cambio, sí que van en solitario con los niños, respetan la distancia prudencial y se hablan con otras familias a voz en grito (aunque son minoría). En cuanto le doy el último sorbo, le escucho decir a una chica que ha quedado con las amigas en la calle de arriba. ¿No está eso prohibido? En fin...

Al volver al interior y cerrar la puerta del balcón, no puedo evitar preguntarme si el gobierno estaba acertando desde un comienzo al prohibir que los niños salieran a la calle. Desde hace días, incluso semanas, se les ha criticado mucho por este punto en concreto, pero visto lo visto me da la sensación de que era una de las pocas cosas que estaban haciendo bien. Seguramente, y más conociendo la cultura de este país, se verían venir lo que pasaría y se resistieron a dar el brazo a torcer hasta el último minuto. ¿Sería por eso que al principio decidieron que los niños solo podían acompañar a los padres al supermercado y demás lugares esenciales?


Imagen: Iaterjay

sábado, 18 de abril de 2020

Periodo de confinamiento (VII)

Mientras le doy al botón de 'café largo' a la Nespresso con los ojos aún somnolientos, hago un recuento mental del tiempo que llevo confinado y me doy cuenta de que ya son treinta y tres días de encierro domiciliario. Al momento de hacer el cálculo, veo que no he vaciado el cazo y que ahora tengo un buen charco alrededor de la cafetera. Pongo los ojos en blanco, suelto un par de maldiciones y limpio el estropicio. A veces, las máquinas tienen una gracia especial para estropearse en los momentos menos oportunos.

Al encender la tele, veo con cierto escepticismo que los ministros Duque y Simón están respondiendo a las preguntas de los niños. ¿Es acaso su respuesta ante las críticas de algunos periódicos de que filtran las preguntas de la prensa? Y de ser así, ¿no sería más práctico reaccionar dándoles a éstos libertad total para preguntar? Por enésima vez, me da la desagradable sensación de que el gobierno vuelve a tomarme por imbécil y apago la tele. 

Poco después, decido escuchar el directo de la noche anterior del canal de Iker Jiménez mientras paso la aspiradora por el salón, el pasillo y mi dormitorio. La emisión dura tres largas horas, pero basta con escuchar la primera media hora para aprender más sobre la situación actual que con las insípidas y soporíferas conferencias diarias del gobierno. En esta ocasión, Iker habla con un adjunto de urgencias en el Hospital Universitario Ramón y Cajal y aclara bastantes dudas. Al igual que yo, el presentador de Cuarto Milenio tampoco entiende que al principio todos minimizasen la peligrosidad del virus. ¿En qué estaban pensando?  

Cuando llega la una del mediodía, voy a la nevera y cojo una cerveza con la idea de hacérmela en el balcón. Últimamente he cogido la costumbre de beberla a esa hora, supongo que con la intención de hacer tiempo para la comida. También me preparo algo de picar.

P.D. Parece que el ritmo de contagios no disminuye gran cosa.

Imagen: Pixabay

jueves, 16 de abril de 2020

Periodo de confinamiento (VI)

Ayer, mientras miraba por la ventana de mi dormitorio con la mente en blanco, se me ocurrió la idea de ir a Skylinewebcams y ver cómo estaba el panorama general. La página en cuestión la descubrí hace poco más de dos años y muestra cómo están las calles de muchos países en tiempo real. Sé que no es la gran cosa, pero para alguien como yo que no ha viajado mucho resulta de lo más curioso.

Como era de esperar, cualquier ciudad que buscase mostraba una calle céntrica, una playa o una plaza totalmente desierta, y aunque no me sorprendió sí que me causó cierta impresión. Es casi como si el documental La Tierra sin humanos (2009) se hubiese hecho realidad de golpe. ¡Hasta en Nueva York, una de las ciudades más pobladas del mundo, no se veía a nadie por la calle! 

Poco después, busco noticias en Google relacionadas con Nueva York y leo que ya han superado la barrera de los 10.000 muertos y que aun así ya están planificando la reapertura con los estados vecinos. Leo el artículo con escepticismo y asombro y constato que el gobierno de España no es el único que ha decidido relajar las medidas antes de tiempo. ¿Es que no ven que se arriesgan a que haya un nuevo pico de contagios? ¿No pueden esperarse una o dos semanas más? 

Imagen: Free-Photos

martes, 14 de abril de 2020

Periodo de confinamiento (V)

Las pocas veces que me da por ver las noticias no puedo evitar la sensación de que en el gobierno no hay nadie al volante. Ya no solo por la incomprensible falta de previsión ante lo que estaba sucediendo en China y poco después en Italia antes de que llegara a aquí, sino porque hasta yo ya notaba a finales de febrero que el asunto no era ninguna broma. Obviamente, no podía imaginar que el problema se volvería de escala planetaria, pero si un don nadie como yo podía percibir que España debía estar tomando medidas preventivas para minimizar la catástrofe.... ¿no lo veía el gobierno con toda la información que debía manejar por entonces?

Supongo que cuando pase esta crisis se irá sabiendo todo con más claridad, aunque si hay algo que nunca entenderé es por qué se esperaron hasta el 9 de marzo para tomar medidas. De hecho, recuerdo que el día 8 aconsejé a mi madre que no fuera a la manifestación por aquello de evitar las aglomeraciones.  A esas alturas ya estaba claro que la crisis se había vuelto seria de verdad y que había que ser precavido, pero ella, creyendo que pecaba de exagerado, no me hizo caso y fue igualmente.

También recuerdo que no daba crédito ante las respuestas del gobierno sobre prohibir esas manifestaciones. No podía entender que no se tomaran ya las medidas preventivas pertinentes y que tuvieran que esperarse a que hubiese 'x' cantidad de infectados para empezar a aplicar las distintas fases de restricciones. En este punto, yo habría preferido que se pasaran con las medidas desde el principio a que las implementaran tarde y mal.

En fin, a estas alturas del confinamiento, cuando ya me empieza a cabrear estar tanto tiempo encerrado, son muchas las preguntas para las que no tengo una respuesta clara. Simplemente, hay ciertas actuaciones que no entiendo desde un punto de vista humano porque no puedo verlo de otra forma. Después de todo, estamos hablando de vidas. ¿Qué hay más importante que eso?

Imagen: Geralt

lunes, 13 de abril de 2020

Periodo de confinamiento (IV)

En la situación actual uno agradecería inmensamente vivir en una casa de campo. Esta idea, que me viene a la cabeza cuando me apetece salir al balcón a que me pegue el aire, se ha vuelto cada vez más recurrente con el paso de los días, pero tampoco se me olvidan los inconvenientes que conlleva vivir tan apartado del pueblo. El tener que coger el coche para todo y la inseguridad ante posibles robos son solo dos ejemplos de lo cargante que puede llegar a ser vivir en una casita.

En mi caso, la única experiencia que tengo en este ámbito es de cuando era niño. Por aquel entonces, mi familia tenía la costumbre de reunirse un domingo en la casa de campo de los abuelos maternos y el otro en la de los paternos. Las veces que iba a la primera recuerdo que siempre veía a mi abuelo acostado en su hamaca, con un sombrero de paja bien ceñido a la cabeza y un cigarro de liar de Ducados Negro en la boca (también era muy aficionado a los puros). En general, conservo muy buenos recuerdos de aquella época en la que no había Internet y los teléfonos móviles eran todavía unos ladrillos casi irrompibles. Sin ir más lejos, acabo de acordarme de que en el salón todavía teníamos una vieja televisión que emitía en blanco y negro. Era de color blanco, pequeñísima y con el cristal muy abombado. Ya no recuerdo qué fue de ella.

Con el paso de los años esa costumbre se perdió, y con la llegada de Internet y otras tantas distracciones fui olvidándome de aquellos tiempos que ahora rememoro con cierta nostalgia. Hoy en día, esa tecnología que tanto nos ha facilitado la vida también nos ha alejado unos de otros y nos ha vuelto más huraños y reservados. O al menos, es así como yo lo percibo.


Imagen: Pixabay

viernes, 10 de abril de 2020

Periodo de confinamiento (III)

Cuando me despierto, miro el reloj con los ojos aún somnolientos y me doy cuenta de que son más de las once. Desde que empezó esto de quedarse en casa in aetérnum no he visto necesario poner el despertador o tener un horario fijo de sueño, pero aun así anoto mentalmente la idea de empezar a levantarme más temprano. Estar tantas horas en la cama no puede ser bueno.

Al levantarme, abro la ventana para que se ventile la habitación y me voy a la cocina con la esperanza de que aún quede algo de mona de Pascua, ¡y así es! Luego, enciendo la tele y constato que no hacen nada que valga la pena, así que opto por apagarla y ver el último vídeo de AccionCine. El canal en cuestión lo descubrí hace relativamente poco y me gustó la manera en que hacían las críticas.  

Mientras le doy al botón de 'café largo' a la Nespresso, me fijo en que comienza a tener fugas de agua y que el cazo se llena enseguida. Casi se podría decir que en el proceso de llenar una tacita de café pierde más agua por el camino, de modo que eso de ponerle agua embotellada ya se ha acabado. A partir de ahora, llenaré el depósito con agua del grifo y que dure lo que tenga que durar.

Poco después de comer, decido ponerme a la tarea de terminar Atrapados en la revolución rusa, de Helen Rappaport. Sus anteriores libros, que tratan principalmente sobre los últimos Romanov, me encantaron por lo detallado de sus descripciones en el día a día que pasaron aislados en Tobolsk y en Ekaterimburgo. En comparación, se podría decir que todos estamos en una situación similar. Al igual que yo, ellos también se quejaban de la monotonía de su rutina diaria, y como en aquella época no había Internet ni redes sociales se entretenían jugando a cartas, leyendo sus antiguos diarios o cortando leña.

Tras pasar media hora, doy por fallido el objetivo de terminar el libro por lo soporífero que me resulta. En sí, la historia que cuenta no es aburrida, pero a partir de la segunda mitad los personajes principales van desapareciendo y la historia se vuelve más dispersa. Luego, si a eso le sumas una infinidad de detalles que te añade y que no vienen a cuento el sueño está asegurado. Otra vez será.

jueves, 9 de abril de 2020

Periodo de confinamiento (II)

Cada vez que tacho un día en el calendario no puedo evitar sentirme algo abatido. De normal, quedarme en casa no suele ser un problema. Desde bien pequeño he preferido la comodidad del hogar a estar dando tumbos por ahí hasta las tantas de la noche, pero este largo confinamiento está comenzando a hartarme. Poco a poco, las ideas para distraerme se han ido agotando y lo único que se me ocurre es escribir un rato en el diario y luego salir al balcón a tomar el aire.

Al momento de salir, me percato de que el tiempo es bueno y se me pasa por la cabeza que podría hacerme una cerveza, y como no tengo nada mejor que hacer decido ir a la nevera a por una. Desde hace tiempo, he tomado la costumbre culpable de beber una latita al día y ahora cuesta bastante quitársela, aunque tampoco es algo en lo que piense demasiado. Después de todo, ¿qué sería de la vida sin estos pequeños placeres?

Mientras contemplo lo vacíos que están los dos parques que tengo enfrente, miro la hora en el móvil y constato que faltan diez minutos para que la gente salga a los balcones a aplaudir. Al principio de la cuarentena, admito que lo achaqué a una moda y deduje que se cansarían pronto, pero han ido pasando las semanas y la novedad ya se ha convertido en una rutina. Se nota que la gente está ociosa.

P.D. Que conste que no me parece mal lo de aplaudir para apoyar a los sanitarios. Es solo que ese tipo de cosas no van conmigo.

Imagen: Pixabay

miércoles, 8 de abril de 2020

Periodo de confinamiento

Después de estar veintitrés días encerrado en casa, me encuentro con que a veces debo mirar el calendario para recordar qué día es. Mi rutina, que consistía en ir y volver del trabajo y salir con los amigos muy de vez en cuando, se paralizó un dieciséis de marzo a las dos del mediodía, y desde entonces vivo en una inacabable pausa. Una pausa que, según leo en algunos periódicos de tirada nacional, parece que va para largo.

En este punto supongo que debería empezar a despotricar del gobierno y su pésima gestión de la crisis, pero resulta que me da una pereza terrible y que algunos periodistas ya han tocado el tema con bastante seriedad. ¿Qué sentido tiene que lo haga yo también? Cuando acabe todo esto, si es que algún día llega a terminarse del todo, quizá toque el tema con más detenimiento. Ahora no.

Otra cosa que quería comentar es la pesadez de los medios de comunicación. Da igual el canal que pongas o la hora a la que enciendas el televisor, siempre los verás hablando del monotema. Al final, opto por cambiar a DMAX, Mega o Divinity y si aun así no me convence me pongo YouTube en el móvil. ¡Y eso que me encantan las noticias desde que tengo memoria! Pero últimamente las evito como la peste.


Imagen: Xaviandrew

martes, 7 de abril de 2020

Un nuevo comienzo...

Ayer, mientras organizaba y limpiaba el ordenador, me encontré por casualidad con uno de los tantos documentos XML que me guardaba para no perder la información del blog. De entre todos los archivos que tenía abandonados y desordenados era la única prueba de que una vez tuve uno, y como ya se me habían acabado todas las opciones de entretenimiento consideré que sería una buena idea recuperarlo y releer algunas de las entradas que escribí. 

Cuando lo recuperé, sentí como si viajara en el tiempo. Muchos de los artículos de curiosidades e historia que en su día publiqué ni siquiera los recordaba, así que como supondrás me pasé unas cuantas horas rememorando viejos tiempos. Es curioso cómo evoluciona uno y cómo le cambian las circunstancias en apenas cuatro años. Hoy por hoy, muchos de esos artículos de opinión ya no reflejan lo que pienso.

Lo que pretendo hacer a partir de ahora es intentar recuperar la asiduidad con la que escribía en el mejor momento del blog. No sé si lo lograré o si me volveré a cansar por el camino, pero en estos tiempos de confinamiento todo es posible. 


Imagen: Geralt