lunes, 4 de mayo de 2020

El problema de la democracia

Uno de los libros que tengo pendientes por leer es La República, de Platón. Si no me equivoco, es una obra en la que el filósofo griego critica a la democracia por aquello de que cualquiera puede llegar al poder, y lo cierto es que si te paras a pensarlo no le falta razón. En principio, el que se encarga de gobernar un país debe estar instruido en la materia y tener una serie de valores que lo hacen apto para el puesto, pero en lugar de eso nos encontramos con que hasta el más tonto puede llegar a presidente. Lo único que se necesita son buenos patrocinadores y una campaña electoral con gancho. No hay más.

Obviamente, estoy de acuerdo en que el sistema democrático es el que mejor funciona. De entre todos los tipos de gobierno que hay se ha demostrado que es el único capaz de traer prosperidad y libertad de expresión a partes iguales. No obstante, también es cierto que el voto de un intelectual o de alguien con estudios vale lo mismo que el de un individuo que no ha ido nunca a la escuela, y cuando recuerdas eso comienzas a entender que algo anda mal. Después de todo, en cualquier democracia que se precie la educación es algo esencial, sobre todo porque es el mejor escudo para defenderse de las mentiras y de las manipulaciones. ¡Si un pueblo está bien instruido su democracia será de calidad!

El problema viene cuando nos dejamos llevar por los eslóganes, los titulares y esos discursos populistas que no aportan ninguna solución real a los problemas que sufre el país. A veces, suele ocurrir que al político de turno se le ocurre dar soluciones simples a problemas complejos, y cuando hace eso siempre hay algún incauto que se deja seducir ante el carisma del orador. A estas alturas, no creo que me equivoque si afirmo que no somos pocos los que hemos caído en la tentación de creer que todo es más sencillo de lo que parece, y es por eso que detesto las campañas electorales. ¡Si cumplieran con su trabajo no necesitarían hacerlas!

Si cada uno de nosotros hiciéramos un recuento mental de las cosas que están mal en esta democracia, estoy seguro de que le encontraríamos un montón de defectos. Para empezar, detalles como los suculentos sueldos, el aforamiento, los sueldos vitalicios y otros tantos privilegios no ayudan precisamente a que abunden los políticos por vocación, y esto es así porque hacen las leyes a su medida.

Imagen: Geralt

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