lunes, 29 de diciembre de 2014

El origen de "Truco o trato"

Cartel de 1904 que avisa de la llegada de Halloween -DP-
Aunque aquí en España aún se tenga cierta reticencia por adoptar esta tradición, en países como Canadá, Irlanda, Estados Unidos, Puerto Rico o México es muy popular. Poco a poco se ha ido expandiendo hacia Australia, Perú, Chile y diversas partes de Europa, aunque todos sabemos la manera en que se celebra hoy en día dicha fiesta, al menos, en lo que a España se refiere. Gradualmente, esa famosa calabaza iluminada con una cara tallada se ha visto sustituida por el alcohol y los excesos.

Truco o trato es una leyenda popular celta en la que se creía que cada 31 de octubre (así es en los países anglosajones) los espíritus de los difuntos y toda clase de entes espirituales eran libres de vagar por la tierra. La leyenda asegura que de entre todos esos entes hay uno especialmente malévolo, así que se aconseja aceptar el "trato" sea cual sea su coste porque de elegir el "truco" se arriesgan a que el espíritu, contrariado ante la negativa del trato, eche una maldición a la casa o enferme a la familia. A raíz de esto, surgió la idea de colgar calabazas con formas horrendas alrededor de la casa para protegerse.

Actualmente, los niños van pidiendo dulces de puerta en puerta disfrazados para la ocasión. Al abrirla los niños te dicen "truco o trato" esperando, evidentemente, que aceptes el trato y les llenes la bolsa de dulces. Si te niegas y aceptas el "truco" te tocará pasarte el día siguiente un buen rato limpiando la puerta pringada de huevos podridos o espuma de afeitar. Sin duda, sale más rentable aceptar el "trato".

Ahora bien, ¿de dónde viene la costumbre de "truco o trato"?

Los primeros registros de los que se tiene constancia son de 1920, pero no comenzó a ser realmente popular hasta 1950, año en el que la campaña Trick or Treat para la UNICEF difundió con rotundo éxito en EEUU la ya menguante tradición. 

lunes, 22 de diciembre de 2014

El mal uso de la palabra "bizarro"


Desde hace tiempo suelo oír la palabra "bizarro" como muletilla para definir lo raro, extraño o extravagante. Según la RAE (Real Academia Española), bizarro significa ser generoso, lúcido, espléndido y valiente. Se trata de una palabra que ya utilizaba Cervantes Saavedra en su célebre obra "Don Quijote" para referirse a la valentía de su loco protagonista, y hasta hace unos años, antes de que se pusiera de moda, se encontraba cada vez más en desuso.

La confusión tiene su origen en que en inglés y francés "bizarre" (sí, con "e") significa extraño, estrafalario o raro. En la lengua italiana, que es de donde proviene, se traducía como "bizzarro" refiriéndose a todo aquel que fuera iracundo o fogoso. Luego vendrían las adaptaciones al español, inglés y francés para volver a migrar al italiano reemplazando su sentido original por la definición francesa (aquello de extraño y extravagante).

En cualquier caso, pese a que la RAE desaconseja utilizar la palabra para referirse a lo atípico, si ese mal uso continúa popularizándose van a tener que cambiar la definición adaptando la palabra a los nuevos tiempos. Después de todo, la lengua evoluciona y se renueva constantemente.

lunes, 15 de diciembre de 2014

¡Por fin me he leído el Quijote!


Estaba estas últimas semanas leyendo los libros que tenía comenzados pero que, por cuestiones de tiempo, desgana o aborrecimiento había dejado aparcados. Uno de ellos era "El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha". Lectura que considero obligada no solo por ser una de las más destacadas de la literatura española y universal, sino porque, hablando en roman paladino, se trata de un memorable Zas! en toda la boca a esas obras caballerescas que tan de moda estaban en la época. Cervantes, probablemente crispado ante tanta charlatanería, sinsentidos y desquiciantes fantasías, decidió ir a contracorriente desmitificando de una vez la tradición caballeresca y cortés, y vaya si lo consiguió.

El problema que tiene Don Quijote es que, a parte de ser un tocho de más de mil páginas, se nos ha intentado meter con calzador desde la escuela. La obra de Cervantes se ha convertido casi en un ejercicio de patriotismo, pero si obligas a un crío a leerse sendos párrafos en castellano antiguo lo único que consigues es que no quiera volver a tocarlo en la vida. En serio, ¿a caso esperan que se enamoren de la lectura haciéndoles leer el Quijote a palo seco? Más de uno debería revisarse el sentido común...

Cuando me lo compré hace poco más de 3 años no esperaba que me gustase. Mientras traía el libro de vuelta a casa tenía la impresión de que ese ladrillo me costaría las mil y una noches terminarlo, si es que llegara a conseguirlo algún día. Lo más sorprendente es que, cogido con tranquilidad y sin fecha límite, llegas a disfrutarlo. Exacto señores, la historia es entretenida e incluso divertida, aunque no aconsejo intentar leerlo en menos de un mes ni como sufrida obligación, porque si es así las ganas de tirarlo a la hoguera se harán tentadoras. Se trata, ante todo, de un libro que se disfruta poco a poco.

Eso sí, el libro sabe sacarte más de una sonrisa, sobre todo la segunda parte y la tremenda pulla que, a través del mismo, le metió Cervantes a un listo que sacó una falsa segunda parte. El granuja se hacía llamar Alonso Fernández de Avellaneda (un seudónimo), y la pelotera que pilló Cervantes fue tal que en la auténtica continuación los protagonistas ya saben que alguien ha publicado una segunda parte falsa con historias inventadas. En la ficción, la primera parte la escribiría Cide Hamete Benengeli, un supuesto historiador musulmán.

Las situaciones cómicas en las que se ven envueltos los personajes son casi incontables. Personalmente, veo la primera parte más trabajada que la segunda. El segundo tomo trata, básicamente, de las burlas y bromas que le hacen diversos personajes que se han leído la primera parte de Cide Hamete. De entre todas ellas, yo me quedo con la supuesta ínsula de la que Sancho Panza se creía gobernador. El choteo de los bromistas llega hasta tal punto que incluso simulan una "invasión" o "guerra". Al final, si se piensa con detenimiento, empiezas a preguntarte quién está más loco, si Don Quijote y Sancho o los pobres desgraciados que se empeñaban en hacerles la burla con tanto ahínco.

martes, 9 de diciembre de 2014

El radithor y la mortal superchería

Imagen: Cosmin Stroe -DP-
El "radithor" es el ejemplo más cruel de hasta qué punto puede resultar mortal la charlatanería y superchería.  Para todos aquellos que se traguen sin masticar cada uno de los productos "milagrosos" que se anuncian a bombo y platillo puede ser un horrendo aviso. Ni qué decir de esos anuncios engañosos que se disfrazan de ciencia con el fin de obtener mayor fiabilidad y confianza en el consumidor. Evidentemente, que hoy en día se dé un caso tan flagrante es algo difícil, pero no os engañéis: siempre habrá algún listillo esperando que caigáis en su red -y no solo a base de supuestas medicinas-.

A principios del siglo XX todo lo que tuviera que ver con la radiación sonaba a futuro y progreso. Se le atribuían cientos de dones curativos y milagrosos y era lo que podríamos llamar el trending topic de la época. Todo era posible con la radiación, más si tenemos en cuenta que estamos hablando de "algo" que no se ve. La gente, acostumbrada a hacer acto de fe, se creyó a pies juntillas la fábula sin molestarse en comprobar su veracidad -cuánto daño ha hecho la religión...-. Así, William J.A. Bailey, un desertor de la universidad de Harvard que no era doctor en medicina ni nada que se le pareciese, vio la oportunidad para hacerse de oro: vender agua radiactiva como medicina.

El producto, agua destilada con una pequeña dosis de radio, se empezó a vender entre 1920 y 1930. El dinero corrió a raudales, la gente era feliz y se le atribuía el mayor descubrimiento del siglo. Todo iba a pedir de boca hasta que, en 1932, murió Eben M. Byers, un conocido magnate estadounidense, envenenado por radio. Huelga decir que su muerte fue horrible.

En este punto ya habían comenzado a circular pastas de dientes, supositorios, chocolate, pisapapeles y hasta hebillas de cinturón radiactivas. La fiebre por la radiactividad había alcanzado cuotas elevadísimas a principios de los años 30, así que imaginaos la sorpresa que se llevaría toda esa gente al descubrir que el radio, ese elemento que relumbra con un verde traslúcido, era en realidad un veneno mortal. El pánico estaría bien servido.

Moraleja: Evita a los gurús, magufos y a cualquier charlatán pseudocientífico. El resultado puede ser desastroso.

jueves, 4 de diciembre de 2014

El verdadero origen de la navidad

El árbol de navidad tiene origen germano y escandinavo y
representa al Yggdrasil -árbol del universo- <<Imagen: Johnny Autommatic; DP>> 
Una falacia argumental que utilizan muchos cristianos a la hora de criticar a los ateos es la referente a las fechas navideñas. El 25 de diciembre, ese día que se agenciaron los creyentes en el dios judeocristiano para festejar el nacimiento de un personaje europeizado de cabello rubio y ojos azules llamado "Jesús de Nazaret". Lo que quizá ignoren -o quieran ignorar-, es que multitud de culturas y religiones anteriores a la suya ya utilizaban esa fecha para sus respectivas celebraciones. Así, cuando critican a los no creyentes por reunirse en familia y festejar la navidad están cayendo, sin saberlo, en su propia trampa. A continuación, os dejo algunos ejemplos:

  • Los romanos celebraban el 25 de diciembre una fiesta llamada "Natalis Solis Invicti" -nacimiento del sol invicto-, relacionada con el nacimiento de Apolo -las celebraciones de Saturno llegaban a su apogeo el mismo día-. También se consideró esa fecha como el día del solsticio de invierno, que los romanos llamaban "bruma". Cuando Julio César creó su propio calendario -el juliano-, el 25 de diciembre se ubicó en el calendario gregoriano entre el 21 y 22 del mismo mes. De esta celebración se tomaría la idea para celebrar el nacimiento de Jesús.
  • Los aztecas celebraban del 7 al 26 de diciembre de nuestro calendario el advenimiento Huitzilopochtli, dios del sol y de la guerra. Debido a esto, los evangelizadores tomaron como base esas fechas para que su "conversión" se diera más fácilmente. Es decir, que mantenían sus costumbres y tradiciones, sin omitir ni discriminar ninguna, a cambio de que cambiaran de "dios". Esta astuta treta fue la razón de su aplastante éxito.
  • Los germanos y escandinavos celebraban el 26 de diciembre el nacimiento de Frey, dios nórdico del sol naciente, la lluvia y la fertilidad. Tenían por costumbre adornar un árbol perenne en representación del Yggdrasil -árbol del universo-. En este último caso los evangelizadores utilizaron la misma treta que con los aztecas, es decir, que les dejaron celebrar el nacimiento de Jesús a su manera. Hoy en día, el árbol de navidad se ha convertido en una peculiaridad más dentro de las "tradiciones cristianas".
  • Los incas celebraban el 23 de diciembre el Cápac Raymi -fiesta del sol poderoso-, que hacía referencia al renacimiento de Inti -el dios sol-. Como contraste, en junio también celebraban otra fiesta, pero en este caso se llamaba Inti Ramyi, que los incas relacionaban con la apertura de una nueva etapa al considerar que el tiempo transcurría de forma circular y no lineal. 
Así que ya sabéis, la celebración de la navidad es de todo menos cristiana. Hoy en día se utiliza como festejo de convivencia social y familiar. Se trata de la excusa perfecta e ineludible para que toda la familia, incluida esa que no ves en todo el año, se reúna, deje las rencillas a un lado y pase un buen rato.