jueves, 9 de abril de 2020

Periodo de confinamiento (II)

Cada vez que tacho un día en el calendario no puedo evitar sentirme algo abatido. De normal, quedarme en casa no suele ser un problema. Desde bien pequeño he preferido la comodidad del hogar a estar dando tumbos por ahí hasta las tantas de la noche, pero este largo confinamiento está comenzando a hartarme. Poco a poco, las ideas para distraerme se han ido agotando y lo único que se me ocurre es escribir un rato en el diario y luego salir al balcón a tomar el aire.

Al momento de salir, me percato de que el tiempo es bueno y se me pasa por la cabeza que podría hacerme una cerveza, y como no tengo nada mejor que hacer decido ir a la nevera a por una. Desde hace tiempo, he tomado la costumbre culpable de beber una latita al día y ahora cuesta bastante quitársela, aunque tampoco es algo en lo que piense demasiado. Después de todo, ¿qué sería de la vida sin estos pequeños placeres?

Mientras contemplo lo vacíos que están los dos parques que tengo enfrente, miro la hora en el móvil y constato que faltan diez minutos para que la gente salga a los balcones a aplaudir. Al principio de la cuarentena, admito que lo achaqué a una moda y deduje que se cansarían pronto, pero han ido pasando las semanas y la novedad ya se ha convertido en una rutina. Se nota que la gente está ociosa.

P.D. Que conste que no me parece mal lo de aplaudir para apoyar a los sanitarios. Es solo que ese tipo de cosas no van conmigo.

Imagen: Pixabay

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