jueves, 30 de abril de 2015

Teresa de Calcuta, más allá del icono


Quien haya seguido este blog con más o menos asiduidad se estará preguntando qué hace un ateo hablando de una personalidad como Teresa de Calcuta. ¿Es que acaso me he vuelto religioso de repente? ¿Me han lavado el cerebro esos pesados que van llamando de puerta a puerta para expandir su secta? No, de eso nada. Mi ateísmo sigue tan firme como siempre, sigo creyendo que la religión es una de las mayores lacras para la humanidad y que todas ellas deberían desaparecer de la faz de la tierra. Las religiones siempre han antepuesto su dichosa fe a la ciencia y la razón, pero eso no significa que no pueda escribir sobre la obra que esta pequeña albanesa llevó a cabo.

Agnes Gonxha Bojaxhiu, mundialmente conocida como Teresa de Calcuta, fue una monja fervientemente católica con unas creencias más cercanas al medievo que al siglo XX. Sus opiniones en temas como la homosexualidad o el aborto eran completamente radicales y no admitían concesiones. Según ella, si querías evitar tener más hijos debías practicar sexo en los periodos en los que la mujer no era tan fértil, y aunque este método dista mucho de ser infalible era lo único que veía plausible. Como habrá podido deducir el lector, estaba totalmente en contra del uso del condón.

Uno puede pensar erróneamente que todos los católicos practicantes están en contra del aborto sea cual sea el caso, pero eso no es cierto. Los hay que, pese a sus creencias, no se ven capaces de opinar en casos de violación o malformación grave del feto. Es decir, que saben ponerse en la piel del otro y llegan a comprender la decisión de abortar en ciertos casos, así que tampoco hay que colgarles a todos el San Benito de retrógrados. Teresa de Calcuta, sin embargo, nunca llegó a comprender este tipo de cuestiones y se posicionó en contra del aborto hasta el final. 

El origen de esas ideas

Para comprender la razón de esas ideas tan radicales debemos remitirnos a su infancia. Gonxha nació en un ambiente familiar muy religioso (especialmente por parte de su madre), tomó la Comunión a la temprana edad de 5 años y poco después recibió la Confirmación. El empeño familiar por llevarla hacia el sendero de la fe más ortodoxa fue enorme, y ese contraste entre la calidez en el seno familiar y la dura niñez que experimentó terminó forjando el recio carácter por el que posteriormente se la conoció. Muchos de los que estuvieron cerca de ella incluso dijeron que podía tener muy mala uva.

Nuestro carácter se forja en base al ambiente familiar, el país en el que nacemos, las creencias o dogmas que nos inculquen y nuestras propias vivencias. En este aspecto, Gonxha no fue una excepción, ya que cada cosa que pensaba (de forma más o menos acertada) se debía a los factores anteriormente mencionados. De esto último extraemos que si hubiera nacido en Estados Unidos, Europa o cualquier otro lugar su forma de ver el mundo no sería la misma, ni siquiera en el caso de la religión. De ahí que piense que todas las religiones son una gigantesca patraña.

Su encuentro con el Papa Juan Pablo II 

Cuando el Papa Juan Pablo II viajó a la India en 1984 y se acercó a la Casa de los Moribundos nunca se imaginó, seguramente, que la Madre Teresa le iba a coger de la mano como a un niño,  le iba dar un vaso de yogur y le iba a rogar que se lo diera él mismo a un pobre desgraciado que estaba a punto de expirar. En esa misma sala había otros tantos agonizantes y varios cadáveres por el suelo a los que, como última voluntad, Gonxha les había dado un cobijo para que murieran dignamente y no tirados en la calle como perros.

Juan Pablo II se topó de bruces con la pobreza más brutal. El ambiente era cargadísimo, la nave olía a cloroformo y a muerte y mirase por donde mirase habían enfermos desahuciados que esperaban pacientemente a que les llegase la hora. Las monjas se dedicaban solamente a proporcionarles el trato humano que se merecían y aliviarles el dolor. Luego, al terminar el día, Teresa apuntaba las altas y las bajas en una pequeña pizarra. Ese día anotó "4 fallecidos" y le dijo al Papa que ya iban 22.000.

Ante tal experiencia, el Papa polaco quedó tan conmovido que le preguntó cómo podía ayudar en tan ardua tarea. Ella, sagaz, respondió: "Un trozo del Vaticano". Poco tiempo después, el Papa cedió un pequeño espacio para pobres y necesitados en una esquina del Vaticano. A partir de ese momento, y más aún cuando abrió otro albergue en una zona más "céntrica", los príncipes de la iglesia se tropezaban con los estratos más bajos de la sociedad casi a diario.

Las críticas

Gonxha no solo recibió críticas por el extremo conservadurismo de sus ideas. Muchos se preguntaban por qué una persona que se llevaba tan bien con las clases más altas de la sociedad, presidentes de muchos países, reyes, etc. no aprovechaba ese filón para cambiar de verdad las cosas. Ayudar a los pobres y darles cobijo es una tarea muy noble, pero si realmente pretendía terminar con la pobreza debía cambiar el sistema de raíz. También se la criticó por aceptar donaciones de países dictatoriales.

El problema de estas críticas es que Teresa nunca pretendió cambiar nada. Ella no era una revolucionaria ni quería ir en contra del sistema, lo que quería era ayudar a todos los pobres que pudiera y expandir su labor social por todo el globo. Evidentemente, para conseguirlo tenía que llevarse bien con "el poder" y devolverles la sonrisa. Despreciarlos y hacerles la puñeta solo le traería problemas.

En mi opinión, Gonxha se embarcó en una enorme tarea que ya estaba perdida desde el comienzo. El autor de un periódico católico, David Scott, escribió que la Madre Teresa se <<limitó a mantener viva a la gente en lugar de luchar contra la pobreza en sí>>, y he de decir que razón no le faltaba. 

2 comentarios:

  1. Y ¿qué hizo David Scott contra la pobreza? Yo no me atrevería a juzgar a alguien como esta mujer. Hay demasiada gente que no mueve un dedo pero jamás da limosna «porque es contraproducente», ni colabora con ninguna ONG «porque eso no soluciona nada», etc., etc. Y encima critican a quien intenta hacer algo. Me recuerda al editorial de Noche de Rock del mes pasado.

    No me malinterpretéis, estoy de acuerdo en el diagnóstico: el problema es este sistema capitalista salvaje, pero hasta que tengamos a otra cosa (o nos vayamos todos a tomar por culo), no creo que sea malo intentar mejorar lo que tenemos, dentro de las posibilidades de cada cual.

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    1. Teresa de Calcuta se dedicó a lo que sabía que podía hacer: ayudar a los pobres dándoles un techo, atenderles en la medida de lo posible y, de no poder hacerlo, proporcionarles un trato humano antes de que expiraran. Ojalá todos los religiosos tuvieran el mismo empeño que tuvo ella y predicasen con el mismo ejemplo, ya que, aunque en realidad no cambió nada, al menos lo intentó (y ya es más de lo que muchos pueden decir, religiosos o no).

      Quizá, el que no quisiera ir más allá se debe a que conocía sus limitaciones y no quería perder el tiempo con "experimentos", pero eso ha traído que ahora se utilice su figura y se la mitifique de un modo que no me parece correcto, ya que cuando se mitifica a alguien se tiende a pensar que lo que hizo esa persona es inalcanzable para cualquier otro mortal.

      Saludos.

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