martes, 29 de julio de 2014

Los hermanos Karamazov, de Fedor Dostoyevski

Cuando me topé con "Los hermanos Karamazov", de Fedor Dostoyevski, lo primero que me llamó la atención fue el archiconocido apellido. Había oído hablar de ese atormentado autor, de los duros golpes que recibió en la vida y de cómo éstos le ayudaron a pulir su fina y aguda escritura. Sin dudarlo un solo segundo lo compré, y debo decir que ha sido hasta ahora una de las mejores historias que he leído.

Lo primero que me parece relevante del libro es la contradictoria y desquiciante personalidad de cada uno de los personajes. Muchos de ellos no hay por donde cogerlos y la polémica de las creencias religiosas, tema que atormentó brutalmente a nuestro autor a lo largo de toda su vida, aparece de forma recurrente cada pocas páginas. Este detalle, lejos de resultar un incordio, llega a ser fascinante porque cada uno de los hermanos Karamazov presentan formas de ser radicalmente opuestas incluso consigo mismos. 

La locura rampante de Dimitri, el falso ateísmo de Iván y la humildad apasionada de Aliocha darían para multitud páginas. Cada uno de ellos tienen una parte amable y otra oscura, y esto último, que apenas se ve en el hermano más pequeño, destaca como un luminoso faro en el caso de Dimitri, un hombre cuyo carácter resulta adquirir los calificativos de honorable, libertino, interesado, apasionado y leal al mismo tiempo. Aunque cueste de creer que tales adjetivos puedan juntarse en un solo personaje, lo curioso del asunto es que realmente es así. Dimitri a veces se presenta vil y brutal, capaz de dar una mortal paliza a cualquiera por estar sencillamente de mal humor, pero es incapaz de mentir para inculpar a otro de un crimen atroz (aun no siendo él el culpable y pendiendo su vida de un hilo) y dirá siempre la verdad aunque ésta suene inverosímil e incluso ridícula. 

El caso de Iván Karamazov es también peculiar. Se trata de un personaje que escribe en un periódico curiosas teorías religiosas que cuestionan el modo de ver la religión de la época. Llega incluso a adquirir cierta notoriedad con sus polémicos y pintorescos artículos, pero he aquí la contradicción: dice ser ateo y reniega de toda religión. En la realidad, el hermano mediano de los Karamazov cree fervientemente en dios y en la religión ortodoxa rusa, pero tiene esa peculiaridad de querer burlarse de la misma con sus "eruditos" artículos. Los debates que llega a sostener con Aliocha sobre la creencia o no creencia y el castigo divino son realmente interesantes porque, en cierto modo, es ahí donde muestra Dostoyevski sus inquietudes y dudas teológicas. 

El resto de los personajes son igualmente sorprendentes en cuanto a la personalidad se refiere. Cada uno de ellos poseen incontables matices. Muchos son difíciles de ver, otros están más a la vista, pero a medida que avanza la trama todos ellos muestran sus dos caras dejando claro quienes son más de fiar y quienes responden a sus más bajos instintos. A decir verdad, la razón de que Dostoyevski ofreciera una visión tan torturada y oscura de los personajes tiene su origen en los continuos varapalos que le tocó sufrir. Unos varapalos que moldearon su conducta llegando a ser extrema en algunos temas como, por ejemplo, la política.

Antisemita, intolerante, adicto al juego, traicionado por sus amantes y azotado por incontables ataques epilépticos su vida se convirtió en una montaña rusa. Fue el primer escritor que se atrevió a escribir la primera novela social rusa, la cual criticaba a la sociedad y al sistema desde un punto de vista moral. Llegó a ser apresado por el gobierno zarista de la época y falto poco para que lo ejecutasen, pero esto último, lejos de amedrentarle y recibir el "aviso" con cautela, le inspiró para escribir novelas aún mejores que las anteriores. Fue, sin duda alguna, un escritor que se nutrió de su propio sufrimiento para crear obras maestras. Unas obras que, afortunadamente, podemos disfrutar todos en la actualidad.

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