jueves, 26 de diciembre de 2013

La hipocresía de los Premios Nobel de la Paz

Los premios novel de la paz siempre han sido objeto de debate desde sus primeras entregas a principios del siglo XX. Son premios que se otorgan a la persona que haya trabajado más o mejor a favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz. En apariencia, esta fraseología puede sonar muy hermosa e idílica, casi colocando el título de santo a quien lo recibe, pero por desgracia el cinismo y la hipocresía que reina en estos “concursos” es, en muchas ocasiones, de proporciones bíblicas.

Uno de los beneficios que recibe el afortunado es llevarse 1.000.000 de euros como premio. ¿Perdona?, ¿embolsarse dinero por hacer la paz?, ¿desde cuando se premia algo que debería darse por sentado en todo país democrático?. Si realmente esa gente que los recibe fuera consecuente con sus actos darían ese dinero a beneficencia o lo invertirían en montar escuelas u hospitales en países o lugares que lo necesitasen. Pero no, mejor reformamos la casa, nos compramos ese lujoso coche que tanto queríamos y, ya de paso, nos permitimos unas vacaciones en el hotel más caro para vivir a cuerpo de rey. En fin, la lógica ombligista de siempre.

Algo que, sin duda, llama mucho la atención es que Mahatma Gandhi, calificado por muchos como el mayor pacifista del siglo XX, no recibiese jamás el susodicho premio pese a que fue nominado en 5 ocasiones. Sin embargo, sí tuvieron esa suerte ciertos políticos de dudosa moralidad y cuya contribución a la paz fue la misma que lo que contribuyó el Vaticano enseñando a leer a la “plebe” en plena edad media.     

Como casos ejemplificantes del negocio e intereses que hay detrás esto, podemos poner a Henry A. Kissinger, que lo recibió en 1973 como premio tras retirar las tropas americanas de Vietnam. En una guerra en la que usaron armas químicas y cometieron verdaderas atrocidades que van más allá de toda imaginación decente. Resulta de lo más curioso como, tras el pasar de los años, es EEUU quien va de santurrón riñendo, como un padre hace con un niño pequeño, a Siria por poseer arsenal químico y usarlo en contra de su población. ¿Es que a caso no tienen memoria?.

Este personaje también apoyó muy activamente la dictadura que se dio tanto en Argentina como en Indonesia. En el último, Kissinger le llegó a decir a Suharto, máximo responsable del golpe, lo siguiente: “Es importante que lo que se haya que hacer se imponga rápidamente”. El desenlace fue más de 500.000 militares muertos y 1.000.000 de personas que fueron torturadas en centros y campos de reclusión. Y la lista de “contribuciones a la paz” sigue y sigue.

Otro caso es el de Menachem Bejín, que también se bañó con este premio en 1978. Fue miembro de la organización terrorista sionista Irgún, caracterizada por su extrema violencia. También fue, a su vez, el máximo responsable del atentado terrorista que se dio en 1946 contra el Hotel David en Jerusalén. En la masacre murieron varios centenares de personas, entre ellos 17 judíos.

Años después, exactamente en 1948, ordenó el asalto a la aldea campesina  de Deir Yassin. Un grupo de terroristas entraron en una aldea completamente indefensa  y asesinaron a sangre fría a más de 120 campesinos árabes.

Finalmente, pasamos al premiado más reciente: Barack Obama. En 2009, el actual presidente de los Estados Unidos tuvo el “honor” de ser seleccionado por sus extraordinarios esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la colaboración entre los pueblos. Algo de lo más paradójico si tenemos en cuenta que siguió con la guerra en Afganistán iniciada por Bush en 2001 y, contrariamente de lo que prometió antes de ser presidente, Guantánamo sigue a pleno funcionamiento. Además de lo que está pasando en Siria.     

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