sábado, 28 de junio de 2014

La ironía de Sócrates

Cuadro de 1787 que plasma la muerte de Sócrates
Nacido en la época más espléndida de la antigua Grecia, Sócrates fue un filósofo ateniense que destacó desde bien pequeño por sus agudos razonamientos y fina ironía. La gran capacidad de oratoria que poseía y el modo novedoso en que enfocaba sus monólogos o charlas dejaban admirados a unos y escandalizados a otros. En contra de lo que se solía hacer en aquellos tiempos, no exponía sus pensamientos con notoria claridad para el buen entendimiento de todos los presentes, sino que los camuflaba bajo una capa de falsa ignorancia que, de forma gradual, se iba convirtiendo en mordaz crítica. En resumidas cuentas, su método consistía en interrogar al público como si no supiera nada con el fin de desmontar sus argumentos con irónicos comentarios que pretendían ser ignorantes.

Al contrario que muchos artistas, poetas y filósofos de la época, Sócrates no se creía sabio en lo absoluto y siempre estaba buscando a alguien con más conocimientos que él. Solía ver aquellos que se autodenominaban sabios como gente que no sabía tanto como creía y cuya vanidad, hija de la ignorancia, era su talón de Aquiles. Después de todo, no hay nadie más inculto que aquel que cree saberlo todo, así que siempre empleaba esa filosofía de no creerse sabio para aprender más y no estancarse. Tal y como él dijo en multitud de ocasiones: "Solo sé que no sé nada".

Una de las razones por las que adquirió tanta notoriedad fue porque era un inconformista. Puede que no sea la forma más acertada de describirlo, pero su machacona insistencia por cuestionarlo todo (incluso la religión y tradiciones griegas) le granjeó numerosas antipatías y enemigos que lo veían como una espina en el costado. Sócrates optaba por una vida sin dioses que fluyera más libremente para descorchar mentalmente al ciudadano griego y tener más amplitud de miras. No era de los que acumulaban conocimientos sin ton ni son,  sino que prefería revisar los conocimientos que ya tenía para construir sobre ellos otros más sólidos.

Según se dice popularmente, uno no prueba que cree firmemente en sus ideas hasta que su vida peligra y se ve entre la espada y la pared. En el caso del conocido filósofo sus ideales contrareligiosos y liberales le costaron ir a juicio por "despreciar a los dioses y corromper a la juventud". Podría haberse escaqueado gracias a los numerosos amigos que poseía, pero en lugar de aprovecharse de ello hizo algo muy propio de él: ironizar. Exacto señoras/es, en lugar de bajar la cabeza y retractarse para salvar el pellejo soltó uno de sus típicos comentarios jocosos que le costaron definitivamente la vida: propuso pagar una pequeña multa dado el "escaso valor y amenaza" que supone un simple hombre dotado de una misión filosófica. Esto enfadó tanto al jurado que lo condenaron a muerte por aplastante mayoría.

Pese a todo, los amigos de Sócrates le planearon una huida para evitar beber la mortal copa con cicuta que le darían el día siguiente, pero él, como quien espanta a una mosca, denegó el ofrecimiento y aceptó la condena con pasmosa resolución. Tanto es así que, según cuenta la tradición, sus últimos comentarios antes de morir fueron sarcásticos. ¿Que qué fue que dijo?: <<Acuérdate de comprar un gallo para Asclepio>> . Asclepio, para quien no lo sepa, es el dios de la medicina y la curación que se veneraba en aquel tiempo en numerosos santuarios.

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