lunes, 4 de noviembre de 2013

Casos sin resolver


A menudo, tendemos a pensar que necesitamos recurrir a hechos sobrenaturales para hacer una desaparición o muerte más interesante. Es el truco por excelencia usado en las películas con el fin de tener a los espectadores más enganchados en las butacas del cine, pero lo cierto es que para crear una historia aterradora no hay nada más adecuado que la pura y dura realidad. El saber que es algo que nos puede pasar a todos nosotros en cualquier momento cala más que un film sobre vampiros u hombres lobo.


El caso que nos ocupa hoy es el de Elisa Lam, una joven turista de 21 años canadiense y de origen asiático. La encontró un trabajador de mantenimiento en uno de los depósitos de agua del Hotel Cecil (los Angeles) tras las numerosas quejas por parte de los clientes de que, incomprensiblemente, el agua que salía de los grifos era turbia y olía mal. Obviamente, fuese cual  fuese el fallo debía tener su origen en los susodichos tanques, así que la sorpresa del técnico fue mayúscula cuando se encontró el cadáver de una chica flotando en uno de ellos. El cuerpo había estado ahí dentro 19 días.

El caso fue tratado inmediatamente como un asesinato, pero a los investigadores toda esa situación no les cuadraba demasiado. El asesino debió cargar el pesado cuerpo hasta llegar a la azotea, burlar todos los sistemas de seguridad y todas las cámaras, abrir la puerta (que estaba siempre abierta por motivos de seguridad)  sin que nadie de las azoteas colindantes lo viera y, por si fuera poco, subir las escaleras del propio depósito con el cuerpo en volandas abriendo al final una compuerta que se encontraba sellada. En el cuerpo no se encontraron restos de droga o alcohol. 

En cuanto a la posibilidad del suicidio, la verdad es que no tenía mucho sentido porque, de haber querido matarse, probablemente habría elegido un modo menos horrible que el de ahogamiento. El que se tomara tantas molestias para que ninguna cámara de seguridad la viera también carecía de lógica para alguien que quería quitarse la vida, de modo que solo podía ser un asesinato.

Ese mismo día, el 21 de febrero de 2013, los técnicos de seguridad  hallaron una grabación en la que se veía a la joven entrar en un ascensor y apretar todos los botones de forma desesperada, casi como si estuviera huyendo de alguien. A su vez, también sacaba la cabeza disimuladamente al pasillo como queriendo o esperando ver a su "acosador". Tiempo después, salió del ascensor e intercambió unas palabras con alguien para irse más tarde en dirección contraria sin ningún atisbo de prisa. Esa fue la última vez que se la vio con vida.

Nota: Como detalle macabro del caso, el ascensor comenzó a funcionar justo cuando se fue.


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